11 de febrero de 2006

MIRADA A LA REALIDAD

El bosque vivía a salvo de la presencia humana. Normalmente, las personas solían rodearlo para llegar a la ciudad, aun cuando tuviesen prisa, y, con mayor razón, durante la noche. Lo más cerca que un humano estuvo dentro de él, fue a causa de un accidente, sin embargo, sólo por unos metros. Algunas veces, sobre todo los niños, salían de sus casas para mirar los enormes árboles que se alzaban a poca distancia de ellos; así había sido desde su fundación.

A diferencia de otras ciudades, Aldabia era muy pequeña, pero tenía una característica que la hacía muy peculiar: sus casas no tenía la misma forma de las otras. Éstas eran circulares y hexagonales en sus bases. Además de que las calles trazadas, vistas desde el aire, parecían ser los troncos, ramas y raíces de los árboles. La poca luz que en ellas había durante la noche, le daba un toque antiguo y misterioso, pero era todo lo contrario. No hacía más de cincuenta años que fue fundada. La finalidad de la ciudad era servir como sitio de descanso a los viajeros que se dirigían a la capital.

“El bosque se encontraba hechizado”. Al menos eso decían los habitantes a todo viajero que llegaba. Por las noches se veían sombras vagar sobre él. Algunas ocasiones se aparecían luces y se escuchaba un leve susurro proveniente del centro, como si alguien cantara. Y por si fuera poco, el famoso accidente había sido provocado por una rama tirada, por el mismo árbol que yacía junto, a media carretera. Definitivamente el bosque estaba encantado. Ese árbol capaz de desprenderse de sus propias ramas era la prueba de ello.

Como suele pasar cuando algo raro ocurre, las noticias acerca del bosque llegaron a la capital. Ahí analizaron detenidamente el caso. Revisaron la ubicación geográfica de Aldabia. Investigaron la fecha del accidente, estudiaron los días de aparición de las sombras y luces, con qué frecuencia se hacía, finalmente, enviaron a dos jóvenes investigadores a explorar el lugar. Adrián y Melisa se llamaban.

Sin autorización de nadie, los jóvenes se adentraron al bosque. Estaban decididos a responder todos los enigmas surgidos. Durante tres días avanzaron en el interior del boscaje sin vivir una experiencia anormal. Su afán de encontrar una respuesta les hizo descuidar sus cosas y a ellos mismos. Al cuarto día tuvieron el encuentro esperado por tanto tiempo. No fue lo que creían; víctimas del pánico, corrieron sin rumbo alguno hasta llegar a un claro, justo al centro del bosque. Olvidaron sus cosas en algún lugar. Sin mapa, brújula, alimentos ni nada, Adrián y Melisa murieron sin ser conocidos por alguien de Aldabia. Sólo se encontró su vehículo.

Al entrar al bosque, los compañeros tomaron caminos distintos. Melisa siguió una vereda mientras Adrián atravesaba las pequeñas colinas. En cuanto a la joven, ella alzaba su tienda temprano y despertaba hasta muy entrada la mañana sin preocupación alguna: jamás creyó en la leyenda de ese bosque, pero le interesaba el asunto. Adrián, por su parte, dormía muy tarde y, antes de salir el sol, se encontraba en camino, todo producto del miedo que sentía. Sólo fue allá porque había mucho dinero de por medio. Al mismo tiempo que ella corría espantada por las sombras, Adrián se alejaba de las luces y cantos del bosque hasta que ambos llegaron al claro con diferencia de segundos. Ella quería irse de ahí mientras él no tenía intención de moverse; la situación en la que se encontraban les causó la muerte.

Aldabia fue abandonada dos años después porque nadie quiso seguir cerca de aquel lugar. Mucho tiempo soportaron los “ataques” del bosque, pero éstos no eran suficientes para que la población quedara a merced de la naturaleza. El problema de todo aquello fue un error de medición: Aldabia tuvo que haber sido fundada un par de kilómetros al sur. Con ello se hubieran ahorrado cuatro horas de viaje, no hubieran tenido que soportar al bosque y, sobre todo, los habitantes del poblado hubieran podido ser grandes comerciantes. Tiempo después, el bosque fue quemado por unos bandidos que asaltaron la capital.




ÚLTIMO ALIENTO

Es el momento de
sacarlos del olvido,

de desempolvar sus tradiciones,
de contar una vez más
sus leyendas.

Aprenderemos más a conocerlos
un poco mejor y, por tanto,
a amarlos,
a respetarlos y a temerlos.

www.seresmitologicos.com


– “La Historia es un continuo devenir de guerras entre hombres, una constante se repite siempre: el poder. Los tiempos continúan con pequeñas o largas treguas, a veces parece que habrá paz perpetua, pero las batallas comienzan de nuevo…” Yo no recuerdo esa paz, la dice el libro antiguo que llevo conmigo y leo cuando puedo. No hay tranquilidad desde que nuestra lucha comenzó, hace ya muchos años, cuando las bestias aparecieron producto de algo que ignoro. Cada paso que avanzamos significa un soldado menos. ¡Si alguien detuviera esta batalla! El destino forjó con su mano diestra nuestro sacrificio…
» Nada sobrevivirá el día de mañana, no mientras “ellos” continúen de pie. Las voces se van callando cada vez más, voces de aquellos que perecen en el campo, voces que suplican por su vida sin ser escuchadas. Mil caídas están provocándose día a día, no he visto ningún levantamiento. ¡Qué pasó! Recuerdo haber visto ayer un pueblo rebosante de vida, hoy solamente existe un paisaje devastado. El viento que antes cantaba regocijado bajo esa manta tan blanca con la que solían cubrirse los gigantes hoy transporta el hedor de todo el orbe; yo sólo quiero respirar el aire de las montañas otra vez, ya me harté de oler el polvo de los muertos.
» Una gran sombra ha crecido proveniente del norte, por eso he olvidado la claridad del día y la quietud de la noche así como todo lo demás. En medio de esta lucha la noción del tiempo se ha perdido. Ya no hay Historia, sólo existen las armas y la guerra, la eterna noche y el enemigo que en ella habita y destruye; no queda nada...
» Avanzamos sin un rumbo perseguidos por la calumnia que cubrió al mundo. Después de separarnos muchos de nuestros líderes sucumbieron ante “ellos”, ahora quedamos pocos para hacer frente a esas abominaciones ¡¿Por qué han venido?!
» Continuamos luchando por la causa que sólo unos cuantos pueden evocar, pero que casi nadie conoce en verdad…


– Nada sabe nuestro guía acerca de nuestro futuro, parece no importarle. A mi lado los soldados caen traspasados por las armas del enemigo, por sus zarpas horrendas. Ya no tengo fuerza para continuar, ha sido tan larga esta batalla, ¡necesitamos comida y agua, no sangre! Hemos sido olvidados por todos. ¡Al fin! Se retiran, ¡hemos vencido! Pronto volverán con fuerzas duplicadas para destruirnos por completo, no sienten piedad por nada. Quisiera no haber nacido en este mundo cenagoso donde la oscuridad nos rodea y los muertos son nuestro alimento.
» Es momento de juntarnos, de saber cuántos han muerto esta vez y organizarnos para el siguiente combate… Nos han dicho que debemos subir la montaña, no es una buena idea, podrían emboscarnos, pero es mejor que permanecer aquí abajo mirando al cielo en busca de un halo de esperanza.


La columna de soldados arrastraba los pies conforme ascendía la pendiente. Las abolladas armaduras les pesaban a sus portadores, por lo que poco a poco iban siendo abandonas las piezas más maltratadas y aquellas que no fueran tan necesarias. Una nube de polvo se levantaba lentamente conforme la marcha apuraba el paso.
En un terreno tan agrietado era difícil avanzar con velocidad, mas el deseo por encontrarse lejos del yermo alentaba a los guerreros a proseguir. Muchos caían en el camino, pero eran dejados atrás por sus compañeros de armas: nadie quería arriesgarse a morir por ayudar a un moribundo. El trayecto era largo, les llevaría más de un día alcanzar la cima.
– Por fin esta batalla que duró tanto parece tener un momento de tranquilidad, pero aún no termina, sigue fresca la sangre del enemigo… ya no sé quién es mi verdadero enemigo. Hoy murieron la mitad de mis hombres…yo ya no quiero saber nada; únicamente siento cansancio y mucho frío, sí, un frío inmenso que incluso hace tiritar a mi alma. Ahora celebramos un triunfo temporal que nos dará tiempo de refugiarnos en las alturas, pero, como todo, en la mañana (si esta existe todavía) la victoria será relegada al olvido.
» Estoy buscando un refugio aquí, dentro de esta cueva húmeda y solitaria mientras mis hombres procuran dormir a la intemperie temerosos hasta del mismo aire. Yo jamás conocí el miedo, ni siquiera el dolor, al contrarío, la paz no sólo reinaba en mí, si no también en los que me rodeaban. Era tan apacible mi lugar de procedencia: aquellos valles llenos de vida y ese viento que nos cantaba al oído; ahora es crudo y amargo…
» Es el momento de Su Verdad, de su regreso desde que el hombre los perdió de la memoria… Hoy hay que temerlos. Ya casi no quedan combatientes, ya no tenemos sangre para derramar, tan sólo cansancio. Ese bendito cansancio que hace olvidar… No hemos tenido tregua alguna desde que la venida de esos monstruos originó la guerra.
» Pero prevalezco con pie firme porque mi orgullo no me permitirá vencerme, aunque mi espada tenga que cobrar más vidas, algunas, quizá, inocentes. No sé cuanto viajes realizo al pasado mientras la sangre cubre mi rostro. Continuo viviendo del ayer, guío a mis hombres no sé si a la victoria, sin embargo, nadie se da cuenta de que ahora soy un autómata más que lucha con el instinto de un falso guerrero. No, tal vez no pueda continuar. Tengo tanto sueño y tanto que pensar al mismo tiempo. Si en este momento uno de aquellos seres supremos llegase a mí y me atravesara con una espada no metería mi torpe mano para defenderme…

No pasaron más de dos minutos cuando el hombre transformó su suerte en dos segundos de agonía. A su mente regresaron aquellas imágenes de amor y muerte, borrosas pero inconfundibles. El aire cálido mecía las ramas con gran delicadeza mientras el general acariciaba el rostro de su dama. Gozó del amor cuando se entregó a la lujuria, que lo fundió con un beso. Supo ceder ante una caricia suave que le hizo perder el control de sus sentidos, excepto el tacto, del cual se dejó guiar. De pronto, una flecha atravesó el delicado cuerpo con una dócil pero fatal caricia, el cuerpo caía como una pluma entre sus brazos… Aquel recuerdo lo traía presente desde el momento en que ocurrió, entonces se dedicó a destruir al enemigo tras la muerte de la mujer que amaba, la única que quiso y le fue arrebatada.
– Esto es absurdo, yo lo conocí cuando era un hombre fuerte, valiente, de una fortaleza verdaderamente irrompible, indestructible… Sobre todo era un hombre cuerdo y justo, digno del cargo que desempeñaba, el día de hoy se ha convertido en un guiñapo, un muñeco de madera que ya no puede moverse más. No reconozco en él al hombre que me entregó el libro. Verlo ahí sentado dormitando, pero con la mente alerta, me hace pensar en que se ha trastornado por completo. Ya no piensa ni siquiera en combatir, solamente en acabar con todo esto de una vez… Yo lo sigo… lo sigo un tanto por admiración y otro por lástima: ha sido mi compañero de armas desde el inicio de la guerra. Empero, qué puedo decir de él si yo también estoy cansado, todos lo estamos. Necesito dormir, pero debo mantenerme alerta.
» Los soldados se colocan los yelmos y afilan las espadas esperando el momento de luchar nuevamente. El cielo truena, no es buen augurio. Parece que los dioses se fueron, estamos solos. Junto a mi compañero he querido llegar con otros grupos de humanos supervivientes, temo que seamos los últimos, él lo sabe, por eso descansa ahora después de tanto tiempo, porque será la última vez que lo haga… ¡Se acercan! Exhorto a los soldados a combatir, tan sólo la muerte nos aguarda. ¡Vamos! Acabemos con “ellos”, no dejemos ni uno solo. ¡Tomen sus armas, corten su cuello como si fuera papel…!


– Imposible es ver el regreso de la vida antigua, verdadera, llena de armonía. Temo que nuestro líder sepa nuestro fin definitivo y lo oculte. Nadie más que él conoce lo que nos acontecerá: siempre mantiene los ojos abiertos, nunca lo veo dormir. Gracias a su vigilancia pudimos vencer, a pesar de la gran cantidad de hermanos que perdimos. Aunque, desde que subimos ninguno de nosotros lo ha visto a él, debió entrar a alguna cueva de las tantas que existen.
» ¡Ya vienen! Escucho sus grotescas voces, si son palabras los rugidos provenientes de sus gargantas. Están furiosos. Saben que nos encontramos aquí arriba y vendrán a vengar la muerte de los suyos. Presiento que nos han rodeado. El segundo al mando nos ordena prepararnos para combatir. Estoy seguro de que esta vez no sobreviviremos. Tengo miedo.


– El eco de los gritos resuena por el espacio, las espadas están manchadas y continúan despedazando a las bestias. Nos hemos separado de los otros tras el choque de armas. He escuchado los gritos desesperados de mis compañeros al morir ¡Somos mortales en cuerpo pero eternos en la mente! Aunque dudo que alguien salga con vida de esto para poder recordar…


– ¡Un escudo! ¡Por favor, un escudo! Si alguien logra escapar dé aviso de nuestra muerte, no deje nuestros cuerpos a merced de la naturaleza ¡Allá vienen más! No seré el cobarde que huya. ¡Muerte! Me he cansado de vivir en la podredumbre. ¡Muerte para todos! Los gusanos están gordos por comer de nuestra carne, que se alimenten de la suya, de “ellos”. ¡Muerte al enemigo! No veré morir a más humanos. ¡Demostrémosles nuestro poder! ¿Alguien tiene un escudo? ¡Mueran todos!
» ¡Ha caído! Nuestro líder ha caído. Ya es momento de partir junto a los otros. ¡Vayamos a unírnosles!

– El pánico nos ha invadido: he visto a un guerrero volverse loco y correr golpeando a diestra y siniestra hasta ser presa de esos monstruos… no tardarán en morir los demás ¿Qué pecado cometimos?
» Mi espada se ha roto, debo dejar actuar al destino ¡Cruel vida!

El general despertó, abrió los ojos, una lágrima escapo a sus párpados, pero de inmediato la secó manchando su cara de mugre y sangre. Tomo su espada y salió nuevamente a terminar su propia batalla. Sólo entonces entendió el objetivo de su lucha: él no defendía a su raza ni a su pueblo, ya no tenía orgullo ni sentimiento alguno, únicamente deseaba su muerte para poder viajar al lado de ese ángel que le susurraba al oído que soltara la espada, volviera el rostro y descansara para siempre. No era orgullo lo que lo motivaba, sino ese inextinguible deseo de morir.
– Este es mi último esfuerzo, el último aliento antes de irme por completo. Ya no quiero matar más, estoy asqueado por ver los muertos atravesados en los caminos, mis soldados ya no pueden seguir en pie. No son los suficientes para luchar. Intenté unirme con los demás humanos, pero todos ellos ya se han reunido en el otro mundo, tan sólo quedamos nosotros. Todos tienen un gran vacío que les provoca temor, su vista se ha perdido al momento de combatir.
» ¡Oh, amada mía, a esto vine a parar! Y aún no acaba: mi fulgor deambula como lo hacían los brujos, maestros de la transformación, al ser perseguidos; y de ser una torre de cristal me he convertido en una tumba de lodo. ¿Cómo vencer lo que no se comprende con una mente tambaleante?

De repente, como un suicida, el general por fin hizo caso a aquel ser que lo contemplaba: tiró la espada y se volvió de espaldas, su cuerpo cayó lentamente al suelo con la vista en la húmeda tierra. La herida derramaba sangre pero la expresión de su mirada denotaba una paz y armonía que ya nadie podía deshacer. Había logrado su objetivo sin importarle lo demás… A su lado había quedado su fiel compañero de batallas muerto de la misma manera y portando la misma mirada…
Un soplido sordo cruzó aquel plano. Después un grupo de guardianes alados cubrió todos los cuerpos con un manto blanco de nieve: aquellos mundos ahora habían quedado ocultos y suspendidos entre la capa de hielo, a la espera de la llegada de otros tiempos más apacibles y menos contrastantes, de gente que ocupara el lugar de aquel soldado y de su valiente general.