30 de julio de 2006

AUSENCIA

Imaginar la vida sin amor
es pretender existir en el vacío, sin razón,
y pretender a la vez ser dos almas
significa decir mentiras altas
aunque de ello dependa la armonía…
Ilumino mi vista con un pobre farol.

Imaginar el río desbordado
es verme observando tu retrato,
es caminar creyendo que vuelo
y despertar perdido en el desierto…
Me detengo al asfixiarme,
así regreso al pasado lejano.

El espacio limpia las cenizas
pero mi cuerpo no reacciona, sólo mira:
veo la flor, veo al cristal;
la ausencia presente se burla más.
Necesito no pensar en fuego
aunque está a mis pies la leña en pira.

Evoco el aire que solía respirar,
retengo una comedia banal
que provoca morir con lentitud.
Me envuelve la materia azul
pero no me trae viento nuevo
libre de tiempo, continuo en paz.

Imaginar que no te haz ido
me hace pensar en cómo aún vivo;
en que soy un idiota infeliz
creyendo todo lo bastante baladí.
Imaginar, al fin, mi ahogo
es negar esto que te he escrito.

29 de julio de 2006

DEPRESIÓN

Las nubes cubren un cielo,
se van, se quedan;
gris espacio recubierto de estrellas.
lloro hoy y nadie mira el llanto.

Me pierdo solo cuando permanezco en melancolía.
¿Y por qué llorar si ya aclara el día?
Mal acompañante la tristeza banal
y el viento helado que nos cubre,
nos lleva.
¿Qué pensarás de mí, tú,
amiga que siempre estás,
si no repongo mis ojos?

Y la lluvia se intensifica,
mis piernas tiemblan asustadas
mientras recorro los pasillos
de mezclilla mal planchados.

¡Ve!
Ya de nada sirve limpiar mi rostro
porque manchado queda por la eternidad
de mis rojas lágrimas que no evado;
de aquel mísero recuerdo que evoco lento.

Siento la agitación en las manos,
siento temblar al corazón.
Una espina se endereza y cava la piel seca
para traspasar mi olvidado pecho con dolor agudo,
trayectoria recta que describe.
El llanto me ensordece, el cielo me destruye...
¡Detén la mano asesina! Detén mejor el pulso.
Un frío grito nos envuelve y...

Levanto la mirada buscando recordar.
Pequeñas perlas permanecen en mi regazo.
¿Qué valor encontraré en la muerte
si a nada me enfrento en vida?
¿Qué será de mí, desgracia atolondrada,
al dormir bajo la tierra?
¿Qué será de ti, esperanza agonizante,
si te llevo conmigo?

CRÓNICAS TOLUQUEÑAS

I

No soy un hombre preocupado por el mundo,
soy una persona temerosa de su sociedad.
Al momento no conozco a otro como yo,
en realidad apenas entiendo mi interior,
sin embargo, confío en la mente que me guía,
que me deja sentir la esencia máxima del universo.

El Tiempo me descubre los caminos,
yo no puedo seguir todos,
menos traspasar sus umbrales:
mejor sería permanecer parado.
Pero la Fuerza que me impulsa,
la que me hace continuar,
aquella invisible sensación de avanzar,
me lleva sin rumbo:
me hace cruzar el campo desnudo.

No soy un hombre preocupado por los suyos,
soy una persona egoísta
que intenta abrir su propia puerta…
aunque después otros salgan por ella sin dificultades.

23 de julio de 2006

ALCATRAZ

Te sientas sobre almohadones
con tu ropaje de lino
y los peplos relucientes
aderidos a tu piel.
Te sientas y gozas,
con la alegría de un colibrí,
al vernos perdidos entre hierbas
y basura.

La Luna deslizante entre cortinas
recorre el manto evanescente
para colocarse en medio de la noche
junto al caliz del que bebo,
trago amargo de polutas palabras.

Tu cutis más blanco que el brillo
nocturno de cielo,
más fino que la seda,
delicado y tierno hasta el hartazgo.

Las notas se expanden
por la atmósfera
para las luciérnagas bailarinas.
Un paso, una luz,
intentan atraerte hasta sus alas.

Grandes ojos negros,
más negros que el abismo que nos debora,
van mirando uno a uno
cada atrevimiento y se divierten.

Y estás tú, vestida de verde,
sentada, observando, riéndote
de los idiotas que no te tendrán.
Y estoy yo, oculto detras de las almohadas,
escribiendo cada detalle tuyo...
es lo único que puedo hacer.

17 de julio de 2006

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XI


He vuelto. Dos meses de ausencia bastan para desesperar a cualquiera. He extrañado cada palabra, por tonta que sea, pronunciada por él para alegrarme, para compartir, para demostrarme cuánto me quiere y cuán cobarde es al no decírmelo. Lo aceptaría felizmente, pero necesito escucharlo de su voz.

Estoy sentado en la banca, otra vez, y mis ojos hurgan en el aire que ha sido testigo de mi desdicha. Cuando pude tenerlo todo tenté contra el destino y dejé escapar la oportunidad de mi vida viendo cómo el aire se la llevaba con esa levedad que lo caracteriza. Estoy sentado escrutando la atmósfera que me rodea por si vuelve otra vez, por si el destino se apiada de mí concediéndome una segunda oportunidad.
Solté el timón y las amarras en medio de la tormenta, mi barco navegó por días a la deriva de mi valor y el puerto se llenó de miedo y las calles se anegaron de arrepentimiento.
He vuelto, pero la cobardía sigue imperando aún después de tanto tiempo. Partí de nuevo para recorrer el mundo en busca del muelle donde a atracado ella. Recorrí las costas hasta encontrarla. Cuando la tuve al lado no pude hablar y permití que se fuera.
Desde hace dos meses me siento en la misma banca donde la vi aquel día, soy una presa de mi desesperación y del odio por la falta de coraje. Escucho al aire tratando de percibir su llamado y me doy cuenta de mi error. No tengo fuerza para actuar. Ha pasado mucho tiempo y tengo miedo de haberme perdido ya. Es momento de marcharme.

El silencio es opresivo, asfixiante. Ahora entiendo que soy yo la que debe hablar: él es el marino, yo la capitana. Soplo al viento su nombre esperando lo oiga. ¿Por qué nunca pudimos entendernos? Tal vez porque nunca supimos escuchar nuestro latidos. Pero todo cambiará: no más espera, no más sufrir, no más desesperación. He regresado para terminar nuestro ciclo, nuestra historia. Díganle que he vuelto.

Dedicado a la memoria de una gran Dama.

15 de julio de 2006

DESANGRAMIENTO

Salva en la noche la vida,
pierde en el día la razón;
la voz del profeta resuena
en la mente vacía
del ciervo pagano.

Los ritos que pide la fe
destruyen los momentos de juego:
a fuerza de espadas
el séptimo día es venerado.

El hombre humilde
que carece de pan,
ese debe MORIR.
El que cuestiona a la fe
que le quita el dinero,
ese debe MORIR.
Los hombres "malvados",
herejes malditos,
a ellos la muerte aguarda.

Mujeres hermosas
que el recato guardaron
cuando el sacedote pedía
para su salvación las caricias,
ellas deben MORIR.

En la hoguera,
en el árbol,
brujas y herejes,
pilares de gente pagana,
levantan el rostro
al cielo pidiendo perdón...
o preguntan ¿por qué?

Los pastores cuidan su rebaño
saliendo en la noche a matar
fieros lobos.
El rocío de la espada
cubre los campos de fieles.

El Alimento de Fénrir
emerge del mundo de Nídhogg
y muestra en el suelo
los cuerpos maltrechos:
hermanos de todos,
hijos de nadie.

¡Ha muerto el pueblo del Dios!
o fue asesinado por sus dirigentes:
la codicia del hombre
por el oro de Rin
causó la ignominia en la Tierra.

El rey benevolente,
leal a sus subditos,
combate una fe
que le arrebata lo suyo.

14 de julio de 2006

EL YERMO

Cae la lluvia de plumas cortantes;
cae en la noche con gotas de acero;
cae y mata las milpas desnudas
dejando los cuerpos acribillados;
cae derrumbando los montes de tierra;
cae desde el cielo nublado por lágrimas.

Cae la lluvia mortal de plumas cortantes
mientras las tropas avanzan mirando el suelo,
las hojas de lirios en manos dudosas
son buitres esperando el cadáver.
Corren y saltan entre los matorrales
protegiéndose con maderos tallados;
esperan que la aurora se vaya al occidente.

Cae la noche con gotas de acero
que reflejan la luz de las llamas;
se escurren entre los traslúcidos ríos
para llegar a su objetivo móvil.
Van como serpientes discretas en el aire
silbando el canto de muerte.

Cae y mata a las milpas desnudas
que no pudieron protegerse a tiempo,
esparce su veneno rojo por la tierra
sin importarle dejar carroña herida.
Se regocija, la lluvia de gansos de la batalla,
dejando los cuerpos acribillados.

Cae derrumbando los montes de tierra
que suspiran mientras muerden el polvo,
sus cortezas no detienen el torrente,
sin embargo continún su trayecto
llevados por el deseo de vencerles,
pero siguen cayendo más hombres.

Cae desde el cielo nublado por lágimas
al ver el rebaño tan cerca.
Y el viento se lleva las nubes
para que las hojas se batan en la arena.
Luego el campo se llena con el trigo de los lobos
que los cisnes sangrientos comerán.

12 de julio de 2006

LA VISIÓN DE BRAGI

Quizá los campos reverdezcan
y la cebada vuelva crecer.
Allí, donde el golpe ardió más,
las casas lamentaron su suerte
y al cielo elevaron las plegarias negras
que el viento fácil disipó.

Quizá los árboles olviden
y su fruto alimente a las hordas.
En el suelo los troncos partidos,
gastados, con sogas, con hierro,
se quejan del golpe de espadas,
el choque de tronos,
la canción del difunto,
el festín de los lobos;
la manzana dejó de ser fruto prohibido,
prohibido al lacayo ceñir la corona.

Quizá los ríos dejen sus llanto
y la tierra del cisne se llene de oro
en vez de sangre y mentiras.
El Rin brilla para no ver los cuerpos en tierra.
En balde la muerte de Regin,
de Fáfnir, de Sígurd:
el fuego del mar queda perdido para siempre.

Quizá el mar de animales sea fecundado
cuando llegue el crecimiento de hombres:
la nieve apenas puede cubrir el estrago causado.
El fuego se apaga para no ver
la cosecha de cuervos.

Quizá la nave porta música y libros del norte
donde tiene su casa el escaldo
que borra de la memoria
todo juicio emitido por verdaderos paganos:
bárbaro aquél que vive de otros,
no quien procura la vida de su familia.

Quizá la hermana del luna...
sí, quizá algún día alumbre
al pueblo forjado en sapiencia
y relegue a los hijos del yunque.
Quizá el guerrero esgrime retórica,
esa retórica ampliamente negada
por hombres pontífices
portadores de la Verdad.

Quizá, lo quiera así Odín,
nos regocijemos en el lecho de Freya,
bebiendo hidromiel servido
por hermosísimas valkirias
y hagamos pactos de sangre
con los que ya son nuestros hermanos.

10 de julio de 2006

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO X


Caminé por las calles durante casi una hora, exactamente el tiempo que ha durado nuestra conversación; ¡dos horas pensando en ti!, ¿te das cuenta? No entiendo cómo te atreves a decir que no soy digno de merecer amor cuando no hago otra cosa más que amar. Hay muchas mujeres hermosas pero sólo una ocupa mi corazón, las demás sólo deleitan la pupila, ¡nada más! No me reproches las veces que estoy con mis amigos, eso es diferente… ¡tú sabes que es distinto!, como cuando las mujeres se reúnen. Vamos, dime, ¿acaso no merezco un poco de tu aprecio, yo que tanto trabajo para dártelo todo, para ser mejor…? ¿Qué dices, quieres que me calle? ¿Qué ya van a dar las dos?... ¡Es verdad!, mi novia no tarda en llegar, será mejor ir a su encuentro… Sí, ya sé que puedo lidiar con ella sobre mi retraso, así que deja de moverte –¡maldito espejo!- para que pueda arreglarme bien. Sí, sí, yo también te quiero.

EL ROLLO


















En la tierra se erige
la torre solitaria,
cuna del esclavismo,
casa de muerte.

Son ocho sus lados,
cuatro los que gobiernan sabios guardianes
vigilando el alba y el ocaso.
Sus muros recuerdan
los días y noches de dolor
que los indios sufrieron
cuando encadenados a crueles grilletes
recibían el látigo íbero
impregnado de odio.

Hoy grita la torre:
su voz atraviesa el atlántico
buscando el consuelo
de su hermana mayor
que arrumbada aguarda en las calles sevillanas,
siempre en la eterna espera
de volver a tener su dorado brillo.

Pero aquí,
en la Tierra de Dioses,
el polvo reviste un monumento
antes orgullo de la nueva civilización.
Allí, dominando el valle
desde las faldas del cerro,
El Rollo evoca su juventud
cuando Cortés fundó Segura de la Frontera
y la Colonia empezó en Tierra Azteca.

Y sigue vigilando,
el valle, las casas, el tianguis;
el paso de almas penantes,
de esos muertos
que guardarán la Torre hasta el fin de los días


7 de julio de 2006

VINTRËZA

Por escuchar tu voz suspira el viento,
cual trinar melodioso de ave bella
que posada espera sobre el alféizar
tranquilo paso astral, nocturno cielo.

Tu figura en el lago esbelta veo,
bajo el bosque danzando cual princesa
porque acompaña al alba la primavera,
la portadora y dueña de mis miedos.

Te cubre suave corteza de nieve
mientras eterna tu alma en Mĩdheim vive;
ya recobra el valor el campo verde.

Espada en mano poderosa fuiste,
de nuevo enfrentarte los seres temen:
su conciencia, es tu voz, que los persigue.