11 de mayo de 2007

Mientras cavilo el cuerpo muere (El Cuerpo, parte 1)

I
(1986)

- Cuchi cuchi cuhi
Tu risa estaba cargada de ternura; tu mirada, llena de alegría y esperanza.
- Su hijo está precioso
- Qué bonito, a ver chiquito, a ver.
- Míralo, qué güerito está. Está bien bonito.
El amo de las fiestas, el señor de halagos. Pero también de las envidias, la discordia.
- De seguro es de otro. A lo mejor engaña a su marido.

Te molestaron esos comentarios. La verdad estaba en tu sangre, no en sus palabras. Y miraste con recelo a aquellos que te despreciaron desde el principio. Un día serías grande -ambos lo seríamos- y demostrarías quién eres.

Pero la perfección no era parte de ti: tus ojos se tornaron blancos, la sonrisa desapareció para convertirse en una mueca de agonía, al grácil movimiento de las manos se desvaneció y tu cuerpo quedó colgando en los brazos de tu madre. No había respiración. No era blanca tu piel, sino morada.


- ¡Se muere, mi hijo se muere!

Pero no moriste. Tu deseo por la vida era enorme, terriblemente enorme. Recuperaste el color, la fuerza, la voz –un llanto que tus padres no olvidarían- y viviste, para bien o para mal, la vida te dio una segunda oportunidad. Y nací yo.