31 de enero de 2008

ALCIDES, ALANIS Y NABIL

Era un día solitario. Todo resonaba bajo los truenos del cielo y el golpeteo de las olas contra las rocas. Una brisa fresca llegaba a mí, pero no así el canto del mar que anuncia el alba, más bien era el quejido de un muerto…
No pude distinguir la figura que se acercaba a mí hasta que su mano se posó en mi hombro. En ese instante el corazón me latió más deprisa pues la gelidez de esa piel hizo que mi cerebro recreara formas de ultratumba. Pero ella estaba más viva que nunca.
Me dijo que todo estaba hecho y ya nada debíamos temer, así que la tomé de la mano y comenzamos a caminar entre la niebla hacia la playa. Entonces recordé lo ocurrido desde el inicio, tres años atrás.
Mi mejor amigo acababa de terminar su carrera, yo tenía por delante unos cursos más. Nuestro sueño era viajar a la costa y allí establecernos, pero no teníamos dinero suficiente para comenzar dicha aventura, así que acordamos lo siguiente: mientras yo terminaba mis estudios él trabajaría para ahorrar lo necesario, por mi parte yo buscaría un empleo de medio tiempo. A este proyecto se unió mi novia, que ya trabajaba desde tiempo atrás, y fue ella quien ayudó al nuevo licenciado a encontrar su fuente de ingresos.
Cuando al fin terminé mis estudios, habíamos juntado una cantidad considerable que nos permitiría vivir a los tres holgadamente algún tiempo. Entonces vendimos lo que no necesitaríamos y nos fuimos de allí. Para no hacer tanto gasto, tomamos las mochilas y sin nada más salimos.
Después de la primera jornada me percaté de que la confianza y unión entre mi novia y mi mejor amigo era muy estrecha, más de lo que me imaginaba, pero no dije ni hice nada. Fue hasta el segundo día que la emoción de la aventura traicionó al que hasta entonces consideraba como mi hermano: se había enamorado de mi novia. No podía culparlo porque ella era hermosa y el mi amigo. Mas esa noche hablé con él cuando ella se durmió, pero la conversación subió de tono y comenzamos a discutir. Sin embargo las palabras no bastaron y recurrimos a las manos, las ramas y todo aquello que estuviera a nuestro alcance.
Entonces despertamos a mi amada y tras gritarnos logró controlar la situación. La pusimos al tanto de la circunstancias y se quedó mirándolo con enojo. Le explicó que ella estaba conmigo y no podría evitarlo, pues esa era su decisión. Y todos nos acostamos separados por un par de metros de distancia.
Al despertar los dos ya habían preparado todo para el viaje y con prisa me levante. Cerca del mediodía divisamos la línea del mar en el horizonte. Nos dimos prisa y para el anochecer ya estábamos allí. Colocamos el campamento y fue entonces cuando él intentó golpearme con una roca. Mi novia llegó en mi auxilio. Durante las horas siguientes intentamos darle caza en medio de la oscuridad guiado por antorchas y los ruidos nocturnos. Nos separamos.
Después de mucho vagar, la escuché gritar y corrí hacia ella. Entonces alcancé a ver la antorcha que llevaba en medio de una niebla espesa, era apenas un punto de luz, me apresuré y llegué hasta donde luchaban. Cerca había un desfiladero y fue hacia allá donde empuje a mi actual enemigo. La claridad me indicó que el alba estaba llegando, pero la niebla me impedía ver más lejos.
Era un día solitario. Y todo resonaba bajo los truenos del cielo y el golpeteo de las olas contra las rocas. Una brisa fresca llegaba a mí, pero no así el canto del mar que anuncia el alba, más bien era el quejido de un muerto…
No pude distinguir la figura que se acercaba a mí hasta que su mano se posó en mi hombro. En ese instante el corazón me latió más deprisa pues la gelidez de esa piel hizo que mi cerebro recreara formas de ultratumba. Pero ella estaba más viva que nunca.
Me dijo que todo estaba hecho y ya nada debíamos temer, así que la tomé de la mano y comenzamos a caminar entre la niebla hacia la playa. Entonces recordé lo ocurrido desde el inicio, tres años atrás.
Volteé para besar el bello rostro a mi lado, pero ella se alejó unos pasos. Antes de que pudiera saber lo que ocurría sentí un fuerte golpe en la nuca y caí. En medio de la agonía alcancé a escuchar la voz del hombre que suponía muerto: “Funcionó el truco del desfiladero”. “Sí, fue una suerte que lo encontraras –dijo mi novia con voz suave y llena de complicidad-, ahora sí podremos estar juntos después de tanto tiempo”. “¡Mira, aún vive!” “Yo lo arreglo”. Escuché los pasos sobre la arena, la suavidad de la piel tantas veces mía acarició mi rostro por última vez. Luego otro golpe y no supe más.

22 de enero de 2008

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XVI


El sol asciende al mediodía y tú estás ahí aburrido, solo, desesperado y harto del calor. Tu piel se quema con los rayos ultravioletas y tu rostro se transforma de mil maneras con cada reflejo de luz.
Tienes sed, y hueva y hambre y sueño y hueva y prisa y hueva. Pero el tráfico se ha paralizado totalmente y no hay escapatoria del micro.
Unos metros adelante sube una belleza inimaginable: blanca, rubia, delgada, ojos claros, piel fina, cuerpo proporcionado… Mira el interior del camión y descubre que sólo hay un lugar disponible: junto a ti. Te mira, te come con la mirada, sonríe, y se sienta.
La oportunidad perfecta para estar cerca de alguien así… pero eres cobarde y no dices nada, ni siquiera saludas, y permaneces sentado, tieso cual estatua, mirando por la ventana el lento rodar de las llantas de los autos.
El calor aumenta porque de nada sirven las ventanillas abiertas: no hay aire. La gente suda de calor, tú de nervios. Ella toma unas hojas y las utiliza de abanico… nada, sólo calor. Está esperando que le hables pero tú no reaccionas, eres un adorno más del micro.
Se quita el suéter, se remanga la playera… de reojo alcanzas a ver parte de su brasier. Voltea a cada instante esperando le hables, se muere de ganas por dirigirte la palabra, incluso sus piernas rozan las tuyas y cada vez se acercan más. Pero ni la roca está tan tiesa y dura como tú.
- ¡Qué calor! –dice al fin para iniciar la conversación.
- Mucho
- Y el tráfico es horrible, ¡cómo se les ocurre arreglar la carretera a esta hora!
- Sí.
- ¿Quieres que te preste mi suéter para atajarnos del sol?
- Bueno.
- Así está mucho mejor. De verás que esto del calentamiento global nos está afectando demasiado.
- Mucho
- Qué mal educada soy, me llamo Miriam.
- José.
- Y, ¿estudias?
- Sí.
- ¿Se puede saber qué?
- Literatura.
- Ah, ¿y no es muy pesado eso? Digo, se la pasan leyendo ¿no? A mí me gusta leer, pero no todo el tiempo… Yo estudio administración, y allí también leemos pero no tanto como ustedes. Seguramente eres muy inteligente.
- Dicen.
- Jajaja, no seas modesto.
La plática continúa por tiempo prolongado hasta que por fin el transporte avanza rápido. Interiormente podrías decir que casi te has enamorado, no todos los días se habla con una belleza como ella. Y la conversación cada vez se hace más y más intima. Te habla sobre lo que le atrae de los hombres, sobre sus otras relaciones. Ya casi son amigos que se conocen de años.

Te dice lo mucho que le agradó conocerte y te da su número de celular esperando le hables al otro día para salir – ¡el sueño hecho realidad!- y se baja calles adelante dejándote un mágico beso en la comisura de los labios.

* * *

Estás en tu casa aburrido, solo, desesperado y harto del calor. Saliste temprano de la escuela y no tienes nada que hacer. Tomas el teléfono y marcas imaginando cada número, suspirando a oír el “tip, tip”. Planeas toda la tarde: el café, el parque, las fotos, los abrazos, los besos, la envidia de los amigos cuando les cuentes todo… Una voz masculina te responde.
- ¿Miriam?
- ¿Quién habla?
- La busca José…
- ¡Cariño! –y el tono cambia por uno femenino- ¡Ay, disculpa!, es que todavía no me acostumbro a la operación.
Cuelgas.

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XV


Vas muriendo con lenta monotonía. Siempre quisiste que fuera así, pero ahora te arrepientes porque estás harto de lo mismo: tu primera novia –la única- la tuviste a los trece años, a los quince terminaste con ella, te quedaste solo desde entonces. Has buscado una pareja pero nada funciona. Olvidaste que el trece es de mala suerte.
Y vas cayendo en ese estado de pereza cada vez más. No por evitar las cosas, sino porque ya no puedes hacer nada. Lo has intentado todo y fracasaste. Pero eso no ha evitado que te enamoraras de nuevo, tanto como no creíste hacerlo alguna vez. En eso nos parecemos: somos algo así como esclavos del sentimiento.
Y buscas hablarle aunque se te trabe la lengua y no encuentres las palabras. Miras su rostro y sonríes, es todo lo que haces, luego saludas y te vas. Escuchas sus palabras con atención intentando descifrar mensajes ocultos mientras te cuenta su vida, no hay nada, tan sólo esas palabras descubiertas.
Tus amigos se burlan de ti, algunos te llaman cobarde –y lo eres-, otros te dan tips para hablarle, también hay quien simplemente mueve los hombros y se va. ¡Eres una vergüenza para tu género! Lo has dicho siempre y es verdad. Pero no eres el único, ten eso por seguro, por lo menos hay un par que está igual a ti: buscan novia en la política, los libros, la fantasía, el medioevo, el esoterismo e Internet sin ver que en un mundo de carne y hueso hay más mujeres de las que podrían soñar. Pero eres fatalmente suyo y no deseas cambiar tu pensamiento. La única forma de reacción son miradas toscas y de desprecio.
¡Mírate! Ahí están los tres sentados en la banca divisando el panorama en espera del rebaño que habrá de pastar junto a ustedes. Ahí relajan los músculos porque no pueden levantarse y llevarles una flor a esos colibríes. Se sientan y discuten mil formas de conquista comenzando por el asedio y olvidan que hay más de una entrada a la fortaleza; mientras disparan la primera catapulta ya otros se han robado la corona.
Y vas perdiendo sentido a la vida e incluso a la muerte porque no ves el alma caritativa que te ofrece el vaso de vino con su propia mano. Insistes en escalar la montaña más grande del mundo sólo con tus manos. Y olvidas que estoy abajo esperando con todo el equipo necesario.
Destrozas tus ojos para no ver lo que hay en el horizonte, para retener su imagen intacta, para ser fiel a un fantasma que ronda tus sueños a cada instante y yo aquí con las vendas que habrán de sanar tus heridas, lista para actuar cuando me lo pidas pero nada, sigues siendo suyo, terriblemente suyo, innecesariamente suyo porque soy yo la que espera y no tú…


- ¿Te pasa algo? Te noto rara.
- No nada, es que veo a esos tres tipos sentados en la banca y me dan lástima, parece que no tienen otra cosa que hacer.
- Son simpáticos, ¿no? Te confieso que me atrae uno.
- A mí también, pero ellos no se dan cuenta y se lamentan de su soledad. Si tan sólo alzara la mirada, me vería sentada aquí en la banca de enfrente soñando con que un día se levante y me invite a pasear lejos de esta multitud.
- Sí, son una vergüenza para su género.
- Sí, son…

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XIV


Seis días de descanso y ya hasta los muertos me hablan. Necesito dejar la tele un rato y salir más.
Seis pinches días en la computadora y ya no aguanto mis ojos. Mejor hubieran sido las clases, allí por lo menos dormía a gusto.
Seis días de trabajo y estoy harto, ahora sé porque tardé tanto en salir del colegio, estaba mejor en la escuela, allí están mis amigos.

Una semana, sólo pude resistir una semana de clases. Me hacen falta más días de descanso.
Es la segunda clase y no aguanto, y eso que apenas es lunes, carajo. En mi casa espera la cama y la comp., bendita la hueva que me creó.
Un día de regreso al colegio y me encuentro con la noticia de que mis amigos siguen solteros, ¡qué novedad! Y veinte mil horas de peroratas y quejas. En el trabajo no se quejan tanto de su suerte, y eso que esa gente está mal, realmente mal.

Mi primera frase y pensamiento al despertar es: ¡Soledad, te adoro! Ojalá una chava que conozco se llamara Soledad.
Lo primero que digo, mejor dicho, mi frase predilecta es: ¡qué hueva! Pinche sociedad, pinche soledad. La hueva no se crea ni se destruye, sólo se contagia. Hace falta vieja, así los dos nos acomodaríamos en el rincón del salón, no que estas bancas ni dejan dormir bien.
¡La vida es para divertirse!, eso pienso yo. El problema está cuando no hay con quién divertirse. Si no hay dinero para invitar a las ex, menos para ir un table.

Fin de cursos al fin, viene el largo invierno en compañía del frío y el café que yo tendré que preparar por falta de personal. ¿Y vos?
Me aguardan quince días de extremo trabajo de búsqueda de vieja en Internet. Otro pinche semestre sin nada…
Ni se quejen, que yo no tengo acción desde el año del caldo.

Bueno, año nuevo, novia nueva.
Primero encuentra quien te quiera.
No tienen remedio… y yo tampoco.

18 de enero de 2008

CUENTOS DESEPERADOS

CUENTO VIII


PRIMER ACTO

Dentro de un patio pequeño con bancas en su contorno. Junto a una ventana está una mesa con hojas y dos hombres registran a la gente que hace fila en la mesa, los demás se mueven despistados. Es lunes, la hora novena.

Amigo 1: ¿Ya tienes candidata?
Amigo 2: No, hay demasiada gente. Necesito ver con más calma. ¿Tú ya encontraste a alguien?
Amigo 1: No, todavía no, pero no tardo en hacerlo, jejeje. (Entra Amigo 3).
Amigo 3: ¿Cómo van las cosas?
Amigo 1: Mal, todo es un relajo.
Amigo 2: Yo me voy en media hora, tendrán que encargarse de todo mientras regreso.
Amigo 3: No hay problema... ¿Qué miras Amigo 1? (Amigo 2 mira en la misma dirección que 1).
Amigos 1 y 2: ¿Ya viste a la de suéter blanco? (Risas).
Amigo 1: Está muy guapa (Entra Amigo 4).
Amigo 2: De maravilla…
Amigo 4: ¿De quién hablan?
Amigo 1: Al frente, mitad de la fila, suéter blanco, cabello castaño, ojos divinos...
Amigo 4: ¡Ya!, pues más o menos, he visto mejores. ¿Cómo van?
Amigo 2: Nada más registramos a los que están formados y listo.
Amigo 4: Perfecto, continúen, voy al otro colegio (Sale).

Ya en la tarde, cerca de la hora cuarta después del mediodía, el patio está vacío. Los amigos entran por la izquierda y caminan despacio.

Amigo 1: La de blanco de plano me late, por ahí hay otra guapilla, pero no la supera.
Amigo 2: ¡Es que está...!
Amigo 3: Yo paso, no es de mi tipo. Además yo ando tras otra, ahí se las dejo a ver quién la quiere.
Amigo 2: ¿Un volado?
Amigo 1: No sé, no me gusta actuar como si se tratara de un objeto, si la voy a tratar prefiero que sea en serio, además se ve que es muy “especialita”.
Amigo 2: Si, se ve inalcanzable. Mejor háblale a la otra que dices y yo me busco a alguien más, al fin que creo haber encontrado candidata, jajaja. (Salen por la derecha).


SEGUNDO ACTO

El mismo patio, al mediodía, los cuatro amigos platican. Ya pasó un mes.

Amigo 4: Hay en el otro colegio una chica que me gusta. Quiero hablarle pero no sé cómo. Está muy guapa, “así como pa’l hijo más chiquito de mi a’pá”, o sea yo.
Amigo 1: Nosotros seguimos con la mirada puesta en la de blanco, o al menos yo sí.
Amigo 4: Pues está aceptable, pero me quedo con la que les digo. Es más, voy a darme una vuelta a ver si la veo. ¿Por qué no vienen conmigo para que se las enseñe y me den su opinión?
Amigos 1, 2 y3: Bueno. (Salen, unos minutos después entran).
Amigo 4: ¿A poco no está guapa?
Amigo 2: Sabrosa, sabrosa.
Amigo 1: Aceptable.
Amigo 4: Si yo les dije. Bueno, ya me voy (Sale).
Amigo 3: ¿Qué van a hacer, chicos?
Amigo 1: Yo tengo clase, me vooooyyy… ¡Ahí viene la de suéter blanco, cómo no tengo la hora libre! (Mientras se aleja lanza golpes al aire).
Amigo 3: ¿Y tú?
Amigo 2: Voy a echar la hueva. No tengo nada que hacer.
Amigo 1: (Asomando la cabeza) ¡Oigan!, y si le hablan y luego me la presentan. Ahorita que no hay nadie que los vea.
Amigo 2: Yo no le hablo. Ni siquiera soy el interesado.
Amigo 1: Por mí. Acuérdate que desde cuándo buscamos esta oportunidad.
Amigo 3: Yo me encargo de eso.
Amigo 1: Gracias (Vuelve a irse. Entra Mujer de Blanco por el lado opuesto, se sienta en una banca).
Amigo 3: ¡Observa! (Le dice a Amigo 2, luego va con Mujer de Blanco) Hola amiga, ¿tienes clase?
Mujer de Blanco: Hola. Sí, pero no ha llegado mi maestro.
Amigo 3: ¿Quieres que te lea las cartas?, también leo la mano.
Mujer de Blanco: ¡Ah!... Bueno, si quieres.
Amigo 3: ¿Y cómo te llamas?
Mujer de Blanco: Mujer de Blanco (Se acerca Amigo 2).
Amigo 2: ¿Qué haces, baboso?
Amigo 3: Aquí, leyéndole las cartas a la amiga. Mujer de Blanco, él es Amigo 2, mejor conocido como “solitarius two”.
Mujer de Blanco: Hola, mucho gusto. Bueno, los dejo, ahí viene mi maestro. Los veo después (Sale).
Amigo 2 y 3: Adiós. (Se quedan sentados en la banca. Al rato entra Amigo 1.)
Amigo 2: ¡Ya le hablamos!
Amigo 1: ¿Eh, a quién?
Amigo 2: Blanco, blanco, blanco…
Amigo 1: ¿Ah, sí? ¿Y que tal? (Sus ojos brillan, la respiración se acelera).
Amigo 3: ¡Cálmate! Es buena onda, guapa, rara, sencilla, inteligente.
Amigo 1: Me conviene, ¿cómo ven ustedes?
Amigo 3: Te la dejo.
Amigo 2: Yo también.
Amigo 1: ¿Me la van a presentar?
Amigos 2 y 3: Bueno.

Ya pasaron unos días. Dos amigos se sientan en la banca de siempre.

Amigo 1: ¿Cuándo me la van a presentar?
Amigo 2: Es que me da pena hablarle y ya ves que aquel hombre ya se va a ir.
Amigo 1: Ustedes quedaron. ¿Me vas a decir que ya te arrepentiste?
Amigo 2: Te la presento, pero busca un pretexto para hablarle (Entra Mujer de Blanco y se sienta a leer en una banca).
Amigo 1: ¡Mira, ahí está otra vez! Ve ahora.
Amigo 2: No quiero, me da hueva. No sé qué decirle. Ni modo de llegar y decirle “hola, éste es mi amigo y quería conocerte, se muere por ti”.
Amigo 1: No seas baboso. Te pasas, mejor me presento solo… Valiente amigo. (Se acerca a Mujer de Blanco).
Hola compañera, disculpa que te moleste, sólo quiero preguntarte si te registraste al inicio de curso en la mesa que estaba ubicada aquí en el patio.
Mujer de Blanco: Sí, por qué.
Amigo 1: Lo que pasa es que andamos haciendo una lista de esa gente para verificar nombres, digo, estamos corrigiendo a los anotados. Y como me pareció verte ese día en la fila pensé que estabas registrada. ¿Me dices tu nombre, por favor?
Mujer de Blanco: Pero está muy largo.
Amigo 1: No importa… ¿Mujer de Blanco?, extraño nombre. Yo soy Amigo 1. Bueno, gracias, nos vemos luego (Va con Amigo 2).
Mujer de Blanco: Adiós.
Amigo 1: Ya ves, tanto costaba.
Amigo 2: ¡Eres mi “índiolo”! ¿Y si la invitas el jueves a la junta con los maestros?
Amigo 1: Te pasas, pero es buena idea. Acompáñame al menos. (Van con ella). Oye amiga, perdón que te interrumpa otra vez, pero ahora que checaba las listas me doy cuenta de que has tenido gran participación en los eventos que se han realizado. Entonces te pregunto si te interesaría ayudarnos a organizar los siguientes.
Mujer de Blanco: Pues sí, no tengo inconveniente.
Amigo 1: Entonces te esperamos el jueves a las 5 para una junta, ¿te parece?
Mujer de Blanco: Sí.
Amigo 1 y 2: Bueno, adiós. (Salen)


TERCER ACTO

En un cuarto de salón. La junta ya terminó y la gente va saliendo del lugar. Amigo 3 permanece sentado junto a Mujer de Blanco, Amigos 1 y 2 juntos, Amigo 4, atrás, solo. Ya pasó casi un mes.

Amigo 3: …Entonces me dijo que dejara esas cosas y me acercara a la luz. Así comencé a leer las cartas, aunque al principio me costó trabajo, porque tuve que desarrollar mis habilidades. En cambio hay otros, como Amigo 1, que ya tienen desarrolladas esas habilidades. ¿Verdad?
Amigo 1: Sí.
Mujer de Blanco: ¿Por qué ustedes casi no hablan? (Se dirige a amigos 1 y 2).
Amigo 1: Porque no tenemos nada que decir por el momento, al menos nada importante.
Mujer de Blanco: Sí, ya me di cuenta, ¿y él? (Señala con la cabeza a Amigo 4)
Amigo 4. Yo sólo espero que éstos me presenten, pero como son mal educados lo haré yo. Soy Amigo 4, estudio en la escuela, soy organizador desde que entré, vivo en otra ciudad que se llama…
Mujer de Blanco: A ti también te gusta hablar mucho.
Amigo 4: Pues hago lo que puedo, de lo contrario todo sería aburrido, como con éstos dos… ¿Desde cuándo se hablan?
Mujer de Blanco: Ya tiene varios días. Ellos me invitaron a las juntas.
Amigo 4: ¿Y te agrada la idea de trabajar con nosotros? Porque hay mucho por hacer y muy poco descanso.
Mujer de Blanco: Mientras no me toque el papeleo burocrático-político para pedir cosas “allá arriba” creo que no hay problema.
Amigo 4: No te preocupes, eso nos toca a nosotros. ¿Verdad, chicos?
Amigos 1, 2 y 3: Sí.
Amigo 3: ¿Qué onda, ya nos vamos?
Amigo 2: Como quieran.
Mujer de Blanco: Pues sí, ya es tarde.
Amigo 1: Entonces partamos (Salen).


CUARTO ACTO

En el patio del colegio, casi es mediodía. Están los tres amigos. Ya pasaron varias semanas.

Amigo 1: Después de todo, Mujer de Blanco resultó ser mejor de lo que esperábamos. Definitivamente me conviene, quiero decir, tiene todas las características y requisitos que pido en una mujer. ¡Ay, de veras me encanta!
Amigo 2: Tú sí que andas mal. Si ella te escuchara ya te habría golpeado por payaso.
Amigo 1: Me fascina…
Amigo 2: Estás loco…
Amigo 1: Por ella.
Amigo 3: ¡Ay, sí! Por ella (Entra Amigo 4).
Amigo 4: ¿Qué hacen? ¿Cómo va todo?
Amigo 1: Lo mismo de siempre. Las cosas van bien, muy bien, mejor de lo que te imaginas.
Amigo 4: ¿Y eso?
Amigos 1 y 2: La chica de blanco es buenísima.
Amigo 1: Se toma todo el trabajo en serio, como debe ser. Es responsable y… ¿ya viste quién viene?
Amigo 4: Sí, ya me di cuenta.
Amigo 2: ¿Cómo va ese “proyecto”?
Amigo 4: Más o menos.
Amigo 1: ¿Sabías que es amiga de Mujer de Blanco?
Amigo 4: Algo por el estilo.
Amigo 3: Hay que decirle que te la presente. (Entra la amiga de Mujer de Blanco y pasa frente a ellos, sale por el otro lado. Amigo 4 la sigue con la mirada).
Amigo 4: Pues, sí. Pero mejor me quedo en casa. Ya tengo nueva candidata, y es mucho mejor.
Amigo 1: ¿Ah, sí? (Amigo 1 mira inquisitoriamente a Amigo 4).
Amigo 4: Sí (Devuelve la mirada, hay malicia en sus ojos). Voy a clases, los veo luego (Sale).
Amigo 1: Ese comentario no me gustó nada.
Amigo 2: A mí tampoco, creo que ya sé a quién se refiere. (Se van).

Otro día, en la tarde, en la misma banca. Amigos 1 y 2 hablan.

Amigo 2: Sí, teníamos razón.
Amigo 1: A eso se le llama traición. Él sabe que yo… de ella.
Amigo 2: Sí, pero ya lo conoces: es un desgraciado. Va a haber problemas.
Amigo 1: Mira, si por mí fuera le dejaría libre el camino porque es mi amigo, pero como sé que sus intenciones no son buenas, pues habrá que competir ¡Competir!, que fea palabra… A ver con quién se queda ella. Odio estas cosas.
Amigo 2: No crees que ella sabe defenderse sola.
Amigo 1: Sí, puede hacerlo… pero él… Ella no lo conoce bien.

En una banca del otro colegio

Amiga: Dicen que uno de tus compañeros quiere conmigo. Uno que tiene cargo de no sé qué.
Mujer de Blanco: Sí, ya me imagino quién. Pero yo tengo otras sospechas al respecto.
Amiga: ¿Tiene que ver contigo y los chicos esos, verdad?
Mujer de Blanco: Sí.
Amiga: ¿Y a ti te gusta uno de ellos, o alguien de tu colegio?
Mujer de Blanco: Por qué lo preguntas… No, nadie, ya mi corazón se lo ganó alguien más que vive por mi casa.
Amiga: ¿Y que dice él?
Mujer de Blanco: No sé, no le he preguntado “¿Oye, te gusto?”. Ni que fuera quién.
Amiga: Entonces no te quedarás con ninguno de tu escuela de ser ciertas tus sospechas.
Mujer de Blanco: No.
Amiga: ¿Ni con el otro, el que te habló primero?
Mujer de Blanco: (En su mente se pregunta ¿Amigo 1?) No sé, tal vez. Mmmm… quién sabe. Necesito pensarlo bien.

¿CÓMO SE LLAMÓ LA OBRA?:

¡AY, LAS MUJERES!

Se cierra el telón.