Antes de la vida se encontraba el vacío, la Nada. Un vacío intemporal y absoluto. No había nada nunca, ni mañana ni noche, ni vida ni muerte. La memoria no existía al igual que el tiempo. Todo, o al menos el vacío, estaban allí desde siempre –por un largo período o tan sólo un instante-, ¿quién podría saberlo si era el vacío la Nada, total y majestuosa, una nada que no puede medirse ni contarse? Un espacio… ¡No! Era nada. Ni color ni forma, ¡Nada!
Neo despertó entonces al mismo instante que Bao: la Vida comenzó en aquel momento. Sólo dos seres habitaron y poblaron el universo que nacía (se llamó Universo al espacio que ocuparon, al principio poco, después mucho, por último terminó expandiéndose sin fin). Lo que alguna vez fue el Vacío ahora se dividía en dos partes: Neo en un lado y Bao en el otro. Asó dio inicio el Tiempo, la Historia…
Eran hijos de Zeid, el Único, el ser creador de todo. Algo o alguien presente, existente desde siempre, incluso en el vacío, Él era el Vacío. Allá estaba, ahí lo vieron Neo y Bao, escribiendo en un libro -¿o él había tomado forma de libro?- que tenía tan sólo unos caracteres en la primera página. Zeid los vio y sonrió, dejó a un lado el libro, abierto, flotando, y los llamó con su mano zurda. ¿Acaso tenía forma? La adquirió cuando lo vieron, más después de agitar la mano desapareció junto con el libro.
- Haced vuestra voluntad –les dijo a los hermanos, sorprendidos al no saber lo que emitía la voz. Solamente el Negro y el Blanco existían en el universo: ellos. Eran dos colores uniformes que poblaban -o cubrían- la mitad del espacio cada uno de ellos. Neo tuvo miedo, pero Bao quiso jugar. Forcejearon, circularon, bailaron, se mezclaron. Neo quedó cubierto por fragmentos de Bao y viceversa: un negro con manchas blancas o un blanco con manchas negras, nadie, ni ellos, supo quién dominaba. Los juegos continuaron así por mucho tiempo, cada cambio de posición les indicaba una nueva era; tardaron tanto que ningún reloj hubiera podidos cronometrarlos, su tiempo era eterno.
Terminaron separados en una enorme cantidad de trozos cada uno. Pequeños Baos y Neos revoloteaban por allí. Pero los juegos entre ellos los aburrió pronto y buscaron nuevas formas, contenidos y estados. Bao formó esferas solidificadas y jugó con ellas: reo materia nueva, sólida. Neo en cambio continuó como siempre pero más partículas de él se desprendieron y el universo cambió: el espacio tenía figuras sólidas y gaseosas paseando por todos lados. Algunas eran enormes, otras, diminutas, parecían estar vivos y muertos al mismo tiempo. El espacio tomaba mayor forma. Entre más rápido creaban objetos, mayor era su aplicación. En poco tiempo hubo que esquivarlos; Blancos y Negros jugueteando en el universo hacían que Neo y Bao dirigieran sus pensamientos a una nueva forma de diversión: confrontarlos. ¿Podrían destruir aquellas masas? ¿Existía algo más además de crear? ¿La energía (porque energía era todo lo que hacían) se expandiría para formar nueva materia? ¿Qué eran energía y materia?
Al llegar a esa pregunta tanto Neo como Bao permanecieron en silencio. Ninguno se había preguntado tanto antes: conocía las palabras, hablaban y colocaban nombres a sus creaciones, empero, ¿qué eran ellos? Jamás lo habían pensado. Enorme cantidad de eones habían transcurrido, fueron edades tan extensas que nadie podría imaginarlas, y sin embargo tan cortas para ellos que las consideraron como partes insignificantes de su vida. Pero el hecho de pasar ese tiempo en la ignorancia de no saber quiénes eran o qué eran les comenzó a pesar en aquel momento. Sin pensarlo dos veces fueron en busca de su padre, el Único, allá al vacío donde creyeron podrían encontrarlo, pero no estaba y sus preguntas no fueron respondidas.
Sus juegos cesaron, sus invenciones fueron olvidadas, algunas destruidas. Cada uno permaneció inmóvil, sin concentrarse en nada más que su origen. Su pensamiento pronto entristeció y dejaron de hacer cualquier cosa. Ya el universo ensombrecido parecía sin vida, casi como el mismo vacío. Los objetos allí se borraron. Toda una edad transcurrió en ese estado. De pronto, una voz interrumpió la monotonía del espacio y resonó a través de todo lo existente:
- ¿Por qué ya no jugáis? ¿Qué ha pasado para que dejéis de divertirse? –Neo y Bao miraron a todos lados. Las palabras volvieron a repetirse una y otra vez hasta que Bao habló.
- No sabemos quiénes somos, ni de qué estamos hechos; no sabemos nuestro origen, por lo tanto nada podría interesarnos más que eso, ¿sabes tú algo?
- Vosotros conocéis las palabras, vos crearon los nombres. Hagan lo mismo con su persona: dense un nombre y tendrán un origen.
- ¡Nómbranos tú! –aventuró Neo-. Nosotros podríamos equivocarnos.
- Los he creado para que vosotros decidáis solos, mas, si no pueden darse un nombre lo haré Yo, pero será lo único que haga. Os llamaréis Bao y Neo, Formador y Creador.
- ¿De qué estamos hechos? –preguntó Bao.
Zeid se acercó y les habló. Nadie sabe las palabras que intercambiaron a continuación, pues aunque la conversación duró mucho tiempo, nadie existía aparte de ellos. Al final el Universo volvió a cobrar vida y los juegos del Negro y el Blanco empezaron una vez más.
En esta ocasión crearon más cosas y se expandieron más. Una idea cruzó la mente de Bao y trabajó en silencio y secretamente. Los eones avanzaron; ya el universo era hermoso. Como ellos jamás dormían todo se mantenía igual, sin embargo, Neo, mientras jugaba, se percató de que algo más se movía aparte de ellos en el espacio.
- ¡Bao, Bao! –llamó Neo sorprendido-. Mira allí, te das cuenta. Nuestro padre ha creado a nuestros hermanos. Podemos enseñarles y jugaremos todos. –Pero Blanco callaba.
- No hablas, qué pasa, qué dices. ¿No crees que es maravilloso?
- No son hijos de Padre –habló Bao pensativo. Su voz se llenaba de regocijo, pero hablaba calmadamente-. No los creó él porque no quería hacerlo… ¡He sido yo! Son obra mía, la más grande. Son Vida. Ahora podré crear otros y nos acompañarán en los juegos y la risa, en la danza y la música. Serán como nosotros.
Neo guardó silencio, había sido traicionado. Pensaba en las palabras de su hermano. ¿Por qué nada sabía de ellos? ¿Por qué no fue él su creador? Entonces se enojó, no pudo soportar aquello y huyó, se fue a una orilla del universo contrayéndose e impidió que Bao lo siguiera. Ahora todo era blanco.
El universo, ya tornado en blanco, presenció la aparición de otros seres: Colores, así los llamó Bao, y les puso nombre a cada uno: Azul, Verde, Amarillo, Naranja, Rojo, Violeta y Morado. Les enseñó lo que sabía y pronto todos jugaron. Nuevas formas aparecieron, nuevos nombres se designaron. Los Colores empezaron a mezclarse entre ellos y nuevo seres aparecieron, sin embargo, Bao les prohibió acercarse al vacío y nada les dijo de Neo. Mucho tiempo pasó, pero Bao ya no estaba solo.
Los objetos tomaron un aire distinto, los colores parecían darles más vida. Las Estrellas fueron las más bellas de sus creaciones. Mas el Universo estuvo sin Neo hasta que algunos de ellos lo vieron al desobedecer la orden de Bao. Los demás se acercaron para mirarlo, pero sólo Azul se atrevió a hablarle. Lo llamó Segundo Padre después de conocerlo y quiso ser su amigo. Neo lo ignoró, pero al final la insistencia de Azul fue más poderosa.
Aquella acción hizo que el coraje de Neo disminuyera y éste accedió a regresar al centro del universo. Los Colores se sorprendieron al verlo, algunos tuvieron miedo y buscaron a Bao para refugiarse, otros se maravillaron y se acercaron al Creador. Negro les enseñó las partículas, los gases y la velocidad, pero en su mente había algo diferente, lo guardaba: él también había creado vida. Reunió a todo una vez hubo tomado la forma de una esfera y habló:
- Bao os ha dado la vida, por eso son sus hijos. Ahora es tiempo de presentar a los míos, recíbanlos como a sus iguales y enséñenles lo que saben.
La esfera se abrió y de ella emanaron seres distintos, no eran sólido, ni gaseosos, ni líquidos, ni ninguna de las cosas que conocían; no tenían color alguno que los diferenciara. Se movían como espantados y perdidos buscando algo sin saber qué.
- Me alegra tu decisión –dijo Bao-. Ahora volveremos a convivir como antes. Pero, dime, ¿qué son ellos? ¿Cómo se llaman?
- Ellos son como nosotros, están hechos de lo mismo, piensan igual y toman nuestra forma: son energía pura, Esencia.
- ¿Energía pura? –preguntaron los Colores-. ¿Nosotros también somos energía? ¿Por qué ellos son distintos?
- Porque la diferencia que existe entre Blanco y Yo se ha manifestado en nuestras obras. Vosotros tenéis su energía y ellos la mía.
- ¿Cómo los llamáis?- insistió Bao.
- He pensado mucho en su nombre. He querido darles uno que demuestre su poder y grandeza… Nada era suficiente.
- ¿Cuál es ese nombre poderoso?
- A ellos se les conocerá y llamará desde ahora… ¡Diamantes!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario