Hilvano telarañas desde el pozo,
pero no quiero dejarlo.
Tela sagrada que envuelve ideas
y encierra tres veces mis caprichos.
Canto a la bóveda inexistente
hasta vaciar mis palabras y pensamientos.
Tres veces grité su nombre:
Maldición, Memoria y Veto.
Fui al bosque y a la selva
con la esperanza de encontrar el fin.
Y allí imploré tres veces,
vencido todo esfuerzo de olvidar,
envenenado de mi propio sentimiento:
¡Maleza: cubre la boca del pozo y asfíxiame!
¡Río: llena los huecos hasta ahogarme!
¡Antídoto: vuelve a tu casa y déjame morir!
He caído y no quiero levantarme:
la herida causa más placer que dolor.
La noche se traga todo,
todo excepto tres cosas:
la Memoria que se empeña en evocar,
el Martirio porque ha pecado
y su Voz que me exige:
¡Mente: permite recodar su imagen
hasta que deje de existir!
¡Dezmero: recauda mi esencia
hasta que nada quede!
Decidí vivir en libertad
y volver a mi vida en la ciudad,
pero me encuentro al fondo sin poder salir.
¡Vela: has que tu luz me deje ciego
y pueda verla en la perfección!
¡Lasitud: déjame un poco de energía
para poder llegar a mi destino!
¡Corazón: no dejes de latir, así sea por ella
o de lástima por mí!
Tejo una cuerda que me permita salir,
mas me doy cuenta de que no es así:
es su nombre el que discreto se ha filtrado
entre mis manos para no desaparecer.
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