I
Me atrapa la literatura articulada
con sus frases de locura y discreción,
de reproche aclaratorio que divaga
durante cuatro siglos y perece;
lo hace sin la aurora protectora
que vigila las acciones.
Me atrapa y embriaga,
con su néctar agridulce
de leyes, enseñanzas
y versificada narrativa.
Se mezcla con las células
y recorre mi cuerpo
impregnándolo de sangre española.
Insisto: juegan los versos
con mis labios partidos
repitiendo en la noche
con la euforia del enamorado
el nombre etéreo aprendido
de la larga lista:
me embriaga su nombre.
Escruto en la oscuridad el movimiento
venadezco de esos ojos
y la nueva sonrisa sonrojada.
Observo y me oculto,
estoy ebrio,
mi camuflaje azul me permite divagar.
Y es que me encanta ser azul,
azul en un fondo plateado,
azul oceánico, profundo,
como el de aquella Revuelta noche.
Estoy exhausto de ser parte
de la tierra y del mar,
de ser la presa del blanco color:
su presencia.
II
Descubrí el camino tecnológico,
lo encontré amargo,
y lo adoré.
Lo adoré como el niño perdido
que soy, que aborrezco.
Lo adoré mientras más lo odiaba,
sin evocar los primeros pasos,
sin imaginar el presente perfecto
como un futuro o un pretérito imperfecto;
y comencé por idolatrarle.
Fundé mi templo en sus llamados,
en golpes y sarcasmos,
en la risa –de la risa-.
Los fundé sin olvidar paganos Dioses,
¡que su ira caiga contra mí!
No renunciaré a mi fe.
Dejé brotar mi salado llanto:
probé de nuevo el sabor
de la Soledad almacenada;
mi espíritu renunció a él.
La tormenta envolvió el pensar,
se apoderó de mi sentir.
Pedí oriental consejo
basándome en longeva sabiduría.
Mis cicatrices volvieron a sangrar
destilando mis venas arrepentimiento
vintrecino o yaznámico.
Y me encerré en la fortaleza
construida con Dolor.
Pero el cerco estaba quebrado
y las hordas blanquecinas penetraron
mientras dejaba libre al sueño.
No tenía socorro que le detuviera,
sólo la balada celta pactó conmigo.
En la noche el aullido lobezco
despertó mis sentidos
e infundió valor a mi mirada:
mis facultades recobraron vida.
III
Me siento a presenciar tus reacciones,
busco lo que no debe buscarse,
escucho la ironía vivida
acomodada con delicada elegancia
para destrozarme.
Y el placer agresivo se comprende
con una mirada cómplice
que acepta futura alegrías.
Contemplo la actuación sorda
en medio de constelaciones y aves.
Soy atacado por demonios:
mis manías, mis demencias.
Los rituales forman parte en mí,
con ellos danzo cuando es Luna Llena.
Me extraigo el órgano dador de vida
y lo despedazo en honor tuyo:
algo mejor mereces
que un podrido corazón.
Tu imagen, mis facetas de locura,
y tu razón, mi búsqueda de perfección
mal lograda, ¡decepción!
¡Soy humano que ama a divinos!
La sangre zapoteca se apodera
de mi vida, no desea más víctimas
de mestizaje, y el retoño nace
producto de marítimas batallas escandinavas
con íberos vientos mexicanizados.
IV
Y me he quedado frente a ti,
frente al aliado invisible
y la pícara doncella.
Pido con canto a la Luna que te ame,
yo mismo la haría –lo haré-
con esperanza de recobrar mi corazón herido,
de remontar rápido ríos
hasta llegar al punto de origen
donde noche y día son uno,
donde ni tú ni yo somos extraños,
sino espíritus amantes
que se besan en el ocaso.
E imploro al Sol me ames,
como el infierno que desea gobernarme,
¡ámame en estado puro!
Me atrapaste con amatista aliento
y de diamante las caricias.
Aquella noche fue inicio de mi redención
que transporta los celajes de mi vida
al crepúsculo nacido en tus palabras.
Ya puedo respirarte,
lleno mis pulmones de ti;
ya veo tu figura a mi lado.
Estamos como un par de cadáveres
dispuestos en un féretro
de artimañas y adulaciones.
¡No está mi espada!
¿Dónde quedó tu poder?
Nuestra caída será perdición del mundo,
nuestra gloria,
la gloria misma tan esperada.
V
Allá brillan las llamas de ojos,
aquí descansa el cuerpo sopesado,
revestido con las plumas reales
y las escamas recogidas.
¡Despierta Jaguar nocturno
que tu fuerza necesito!
Habré de reptar oculto en la jungla.
¡Lobura!
¡Es trastorno, es vida!
¡Mi sangre pide más vino!
Despierta mujer dormida,
las lenguas inconclusas
expresan palabras tímidas.
¡Oh Crueldad mezquina que me das Miseria!,
me permites absorber demencias.
¿Mi castigo he pagado ya
o viviré con eterna maldición?
Bífido Destino, me dejas sin rumbo,
mas tú, etérea Diosa,
riges el mío con sencillo tacto;
finalmente me hinqué a tus pies.
Deliro cuando te veo junto:
¡es que nunca desperté!,
agonizo.
No deseo caer solo,
imploro el nombre
-¡bendito nombre!-:
¡Isilme, Isilme,
sálvame Isilme!
Líbrame del Infierno.
¡Oh Demencia, a ti cedí!
Es que ya estoy loco.
No importa,
agradezco haberte conocido.
¿Has despertado el sentimiento?
Se apaga la mirada:
Desciendo al abismo nebuloso.
Si merezco morir los haré contento,
mas si de ti soy digno
permíteme extasiarme de ti:
te prefiero a cualquier vida...
Quiero perderme,
pero no a tu presencia.
Y ya muero.
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