DESTIERRO
Tambores en marcha,
estandartes violetas,
las pisadas en negro lodo,
el graznido a mi cabeza
(graznar no es igual al trinar).
Debo correr.
Con fino andar se acerca,
la mirada de grulla discreta,
las plumas, cortantes como escamas.
Me ha escuchado,
vuela, me atrapa...
El sentimiento fue reemplazado
por vanas aspiraciones
de grandeza y dominio:
modela, bebe, danza,
así lo desean la hienas
que devoran a las aves bellas
llenas de color.
Ninfas y hadas huyen
de las bestias carroñeras
deseosas de carne fresca.
El brazo señala el desierto,
eso o el ingreso a su vida
-¡no hay muerte!-.
Mi destino me guía al exilio,
allí la vida no se comporta
como otros quieren.
Primero avanzo de oasis en oasis,
luego rodeando las dunas,
al final me pierdo en remolinos y tormentas.
¡Amarillo, sólo amarillo veo!
Pareciera no existir la noche.
Aun así camino sin detenerme.
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