28 de abril de 2006

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

ELLA


Su mirada, una estrella fugaz,
una imagen perpetua de cosas imposibles.

Llueve en la noche;
Ella deambula por el mundo,
recorre el suelo sin tocarlo,
y regresa al enjambre olvidado
para gobernar otra vez.

La tierra se estremece:
su paso ligero congela el lugar.
Suspiros sueltos,
suave movimiento al andar.
El peso final recae sobre un ser.

El viento sopla con dulzura,
el aliento emerge para preguntar.
Mil aromas desprendidos de sus miembros,
mil colores encontrados:
todo crece hasta absorber.

El fuego envuelve el sitio:
los vapores vuelan a la luz del día,
los campos reverdecen al instante,
un mar de hombres se reúne
para alcanzar un poco de calor.

Un segundo después la noche se presenta:
Ella de nuevo se ha ido.

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

J


La figura, por excelencia apiñonada,
camina erguida, orgullosa,
junto al colorido patio antes muerto.
Deja tras de sí un río de llamas
que atrae las miradas
atónitas por su belleza.

La soltura de su brazo,
meciéndose a cada paso que da,
hipnotiza la respiración mental
para seguir el bronceado balanceo
y fijar la vista
en la estrecha cadera con pintura
delineada en negro.

La blusa, roja, azul, morada,
la falda, blanca o negra,
y la piel de porcelana
persiguen la pupila ardiente
de sus ojos protegidos
por el cabello de obsidiana.

¡Ay, una mujer tallada a mano
siempre mirará con error
el débil sentimiento que provoca!

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

PÁJARO DE FUEGO


Grita mi nombre, voz escarlata,
revela el titánico secreto
que me dará libertad.

Mujer de fuego, ya descansan mis cenizas,
pero mi alma alardea dolor:
a cruel infierno la mandaste
cuando tan sólo busqué amor.

Entre sonaras llamas amarillas
veo tu imagen al burlarse de mí.
Torrencial viento intenta rescatarme,
mas tú le impides el paso
colocándote en mi mente…
Es esta mi batalla.

Protegido con largas plumas grises
atravesé el fuego, cortándolo
con la fortaleza de mis manos,
como lo hace el halcón al sumergirse
veloz por su presa inmóvil.

Ya es momento de dar el paso
a las chispas de la sombra
para penetrar tu corazón
y gozar la condena de la libertad
al ya no recordarte.

Pero allí estás, cubierta por terrible lumbre,
volviendo cual fénix
siempre con más calor,
aquello que me destruye.
Sin embargo, mi ojo aéreo percibe
a través de tu escudo ardiente
hasta saber cómo vencerte.

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

CAZADORA DIURNA


Te cubre el rayado vestido,
la mezclilla se adhiere a tus piernas
y el cabello sondea tu piel;
todo miro discreto al tomar la clase.

Más morena ahora,
pero entre más oscuro el color
más fogosa la mirada.
Regresas, procuras continuar sensual,
mantener el dominio
de los lobos con tu carne:
dejas a la ropa mostrar
el contorno de tus senos.

Me miras, sabes que me alejo:
de todos únicamente yo
he conseguido interesarte.
Lo entiendes, a veces lo aceptas.
Tan orgullosa como siempre
intentas atravesar la
misteriosa mente azul que guardo.

Eres brillante como la amarilla cara
del día. Soy profundo cual
abismo marino, casi negro.
El dolor te atrapa cuando me ves
caminar indiferente frente a ti.

Coqueteas, irradias calor,
te revuelves a mi vista,
pero yo, contrario a mi promesa,
ignoro lo que haces para captar mi atención,
Cazadora Diurna,
La inspiration du soleil.

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

DOMINADO FUEGO


Te coronas con la sonrisa dilatada
en tu trono de magma,
descansas la cabeza en una mano,
la siniestra mueve tu cabello.

Te ausentas por breves períodos
pero jamás tu gobierno cedes
a las terrestres Hadas.
A tus vasallos dejas mirar
el negro hilaje recogido;
a mí me permites exhalar
las cenizas que desprendes.

Te levantas, te acercas:
amplías tu territorio.
Tu piel morena me toca,
pretendes acabar conmigo,
someter mi reino blanco
a tu rojo impero ardiente.

Me quemas,
depositas mis restos en tu regazo.
Soy hijo del pueblo derrotado,
mi Señora de Fuego,
pero hasta los Dioses amaron a mortales.
Terminas por enamorarte de mí.