28 de abril de 2006

MUJERES DE COLORES (I. Fuego)

J


La figura, por excelencia apiñonada,
camina erguida, orgullosa,
junto al colorido patio antes muerto.
Deja tras de sí un río de llamas
que atrae las miradas
atónitas por su belleza.

La soltura de su brazo,
meciéndose a cada paso que da,
hipnotiza la respiración mental
para seguir el bronceado balanceo
y fijar la vista
en la estrecha cadera con pintura
delineada en negro.

La blusa, roja, azul, morada,
la falda, blanca o negra,
y la piel de porcelana
persiguen la pupila ardiente
de sus ojos protegidos
por el cabello de obsidiana.

¡Ay, una mujer tallada a mano
siempre mirará con error
el débil sentimiento que provoca!

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