14 de enero de 2007

De Olympiadas y algo más

El acto inicia con un Apolo desperezado que cruza el cielo en su carro. Entonces un celoso Bálder insta a Darg y juntos montan la Yegua Brillante para dar alcance al Dios. Pero su movimiento provoca la ira de otros dioses que se lanzan en su persecución: va Huehuetéolt con la antorcha encendida, y Ra avanza veloz como el halcón, lo sigue un Mitra de la india, un Copijza zapoteca, Hunabku representante de los mayas, Curicaveri de los tarascos e Inti de los incas va al final. Esta competencia habrá de durar todo el día.

Pero en la Tierra inician otros juegos que divierten a las deidades. Cuando Hermes grita "Lucha cuerpo a cuerpo" se presentan Huitzilopochtli, y tras él se forman Thor, Vulcano, Gucumatz y Ganesha, pero a Anubis no lo dejaron competir por temor a su rostro. Eso provocó la ira de Geb, pero guardó silencio.

Vino entonces el turno para las mujeres, lo único que importaba era la belleza de cada una. Por lógica, Venus y Afrodita fueron las primeras en presentarse, seguras de compartir el trofeo, pero Isis se encaminó hacia ellas tomada de la mano de Kali; Ixchel, Istar y Freya fueron también, más la presencia de la deidad maya inspiró temor en los Jueces y Júpiter suspendió la competencia. Eso fue lo que desató el Caos cuando apenas iniciaban los juegos organizados en el Olimpo para olvidar un poco a los mortales.

Ares desenfundó su espada y lanzó el grito de guerra a sus sirvientes, Marte le hizo eco. Horus maltrató a Adad y Cronos golpeó a Heimdall por la espalda. Loki, furioso, tomó por sorpresa a los sumerios y liberó a Tiamat para que acabara con sus enemigos, mas el hábil movimiento de Krishna hizo que la Bestia no causara grandes daños. Lo que sí pasó fue que Ixtab se suicidó ante tal alboroto.

Al ver el desorden provocado, Ea se levantó y a grandes voces pedió calma, pero Set mordió su cuello e instó a Anubis a hacer lo mismo. El dios Chacal trajo a su legión de muertos y enfrentó a un Mictlantecúhtli furioso. Llegaron los Bacabs con Rama y juntos detuvieron a Saturno que huía transportado por Caronte. Prometeo, liberado para competir ese día, se apresuró a tomar la antorcha guardada por Huehuetéolt.

Ante el incendio Tlaloc, Cocijo, Chac e Illapa lanzaron su poder para que la lluvia cayera y restableciera todo, pero Adad, envidioso, actuó contra ellos y una tormenta se desató en medio del Olimpo. Pero eso no impidió a Minerva charlar con Atenea y el herido Ea sobre los conocimientos que cada uno de sus pueblos había adquirido, a su lado Bragi recitaba algunos poemas de escaldos famosos mientras las flechas de Artemisa silbaban en todas direcciones.

Pachamama se revolcaba con Gea y Cihuatcóatl, pero Cintéotl las apartó trayendo a Visnú de la mano, pues su esposo Siva se encontraba en el interior de una sala ajena a todo dialogando con Júpiter, Itzamná, Quetzalcóatl, Urano, Odín, Marduk y Shu, los jueces de la competencia, refugiados allí por elección de Júpiter.
Afuera Hel se entendía muy bien con Neftis. Tefnet con Xochiquetzal, Hera hacía migas con Sakti.

Ah Puch hizo de la suya, Kukulcán también melló a sus rivales. Por eso Nab apenas tuvo tiempo de llegar a su hogar y encargarle a un tal Noé la construcción de una barca. Lo mismo hicieron algunos otros dioses con sus respectivas culturas, pero Ymir y los gigantes los aplastaron a su regreso. Frey conquistó a Chalchiuhtlicue y se acostaron. Mas Tezcatlipoca los vio por medio de su espejo y dio aviso a Tlaloc, lo que enfureció más al dios.

Así que la batalla divina se prolongó más de lo debido y la tierra se inundó. Eso no le preocupaba en nada a Odín, porque mientras los demás dioses perdían a sus mejores guerreros, él mandó a las Valkirias para que los llevaran a Valhalla, así los dioses escandinavos sacaron provecho de todo el desastre. Hades también se hizo de muchas almas, sólo que el número de sus esclavos dependía de la competencia entre Nornas y Parcas. Otro que aprovechó la oportunidad fue Poseidón que rápidamente condujo a las sirenas a su morada -cupido sabe para qué porque él se quedó con las ninfas.

Pasada ya la furia inicial, los ánimos se fueron calmando poco a poco. Cuando al fin ya todos descansaban, Dionisio y Vaco salieron repletos de viandas y convidaron a los demás. Bragi volvió a cantar y los sátiros tocaron sus flautas. Se hicieron las pases, se celebraron uniones -por eso nacieron muchos hombres en la tierra- y, por último, para evitar futuros enfrentamientos, eligieron a uno entre los presentes para que reinara en el cielo y la tierra. Como muestra de buena voluntad, él envió a su hijo a los hombres, pero ellos, ignorantes de todo lo sucedido, terminaron por crucificarlo.

Amén

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