29 de diciembre de 2005

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO I



  • ¡No mires arriba, allá está ella!
El joven no hizo caso, alzó la vista… su corazón golpeó el pecho tratando de escapar, su respiración fue obstruida, sus ojos se tornaron rojos: ella besaba a otro.
Las últimas veces que había intentado conquistar a una chica ocurrió algo similar a lo que ahora miraba con celo. Hoy parecía repeler a las mujeres, otrora estaba rodeado de ellas.
Dio la espalda a esa imagen y sus ojos captaron los rizos rubios.

  • ¡Caramba, abundan las bellezas!
Puso atención a esas palabras, siguió con la mirada aquel cuerpo hasta desaparecer en la distancia. Pensó “A ésta sí me la ligo, si no busco a otra”.
Y repitió lo mismo hasta la muerte.



CUENTO II

Estoy sentado esperando el término de las clases, hace media hora salí de la mía, me aburro… Una mujer blanca, delgada, que viste hermosos tonos azules, pasa frente a mí. Se mueve con elegancia, mira de reojo mi persona… Suspiro al fin: “Lastima que la mujer que quiero está lejos de este lugar y no sea ésta, así mi dolor disminuiría”.
Volteo al fin, se ha ido. No importa, mi espera durará un par de meses más, después… Espero que tan sólo sean dos meses.


CUENTO III

Ves al hombre echando la hueva. Se sienta en la banca, luego en el respaldo, se pone en pie. Nada lo hace cambiar. Sus amigos lo siguen en actitud. Un trío de chicas pasan, en medio una espectacular belleza se destaca.
  • ¡Uy, que cosas pasan por este colegio! ¡Cómo no hay mujeres así aquí! ¡Maldita facultad, está de la fregada! –afirma el chico lanzando golpes al aire.

  • De verdad hay que cambiar de escuela con urgencia –escuchas decir a su compañero de la izquierda.

  • Yo los apoyo –menciona el otro-. ¿Y la mascota? –agrega mirando al primero.

  • Aquí la traigo, como siempre –lo ves sacar del bolsillo un muñeco de peluche.

  • ¿No se cansan de no hacer nada? –preguntas como compañera y amiga suya.

  • No –responden al unísono-. La verdad da una hueva, pero preferible esto a estar en mi casa. Además la cosa sería más fácil si tuviéramos vieja, pero no más no.

  • Definitivamente les traeré unos letreros que digan “chico desesperado busca novia, u hombre urgido solicita mujer”.

  • Mejor tráeme a la mujer y olvídate de los carteles –te vas. Se miran los tres, alzan los hombros y se sientan… Al rato:

  • ¡Qué hueva!


CUENTO IV

Comenzó por hablarle a la mujer, le envió cartas, le escribió poemas, hasta pensó en llevarle serenata, pero nada resultó. Buscó a otra, repitió el mismo proceso. Nada.
Cuántas veces lo intentó muy pocos lo saben. Lo ciertos es que terminó por desesperarse. En ocasiones todo marchaba bien, mas de alguna manera nunca concretaba esas relaciones. En la escuela, en su casa, el cine, las tiendas, conocía gente hasta debajo de las piedras; adultos, jóvenes, hombres, mujeres… en especial mujeres. Estaba rodeado de tantos cuando salía a pasear, pero siempre su espíritu se encontraba solo. Ansiaba una compañera.
Mas llegó un día, uno de esos tantos que poca importancia tienen para nosotros, cuando terminaba su trabajo que, estando ya oscuro, con un par de billetes en sus manos, se despidió no sin antes fijar la mirada en un rostro familiar. Al salir lo vi pensativo, pregunté por su estado.

  • Todo bien –respondió secamente. Unos segundos después agregó: -tiene bonitos ojos tu prima.

Siguieron los días. Nada para él, nada para mí. Continuó con el trabajo. La invitó al cine. Entre rizas, miradas e imágenes fantásticas un par de manos se acercaron y permanecieron juntas. Dos noche más tarde, mientras buscaba imágenes medievales, la computadora indicaba el inicio de sesión. En un minuto:

  • Ya supiste.

  • No, ¿qué cosa?

  • No te ha dicho nada tu prima.

  • No, qué pasó.

  • ¡Ya somos novios!

  • ¡Ah!

Increíble, dos semanas antes aquel hombre lamentaba el rechazo de una tipa; que no era la primera vez en negarse, ya al otro compañero rechazó antes. Y hoy, ni la sala repleta de gente, ni el olor a palomitas, ni un tumulto tratando de entrar podrían darle lo que él, mi amigo, le ofrecía… Olvidemos eso.

La prima, todavía no repuesta del acto, me platicaba cómo sucedió todo, cómo había sido tan rápida su unión que aún continuaba sorprendiéndose al recordar.

Qué sigue ahora, ellos solamente lo saben.


CUENTO V

En algún Table Dance del norte:

  • No vayas a aceptar una copa con ellas, porque van a elegir la más cara. De eso se trata esto: de sacarle al cliente el mayor dinero posible.

  • ¿Y el Privado?

  • Cuesta cien. Mmmm... estás de suerte, el taquillero dice que se puede tocar. Son cien pesos por tres canciones, aprovecha, no más no te vayas a venir, mejor que sea ella. Entonces ¿te animas?... ¿Cuál eliges?... Vaya que vale la pena.

La cabra, la cabra, la p... de la cabra...


  • ¿Qué tal?

  • De lujo, pero me dio lástima la tipa, sus ojos estaban tristes, tal vez no debí hacerlo. Mejor vamonos.

  • De veras que te pasas.


CUENTO VI

“Vine a Guadalajara porque me dijeron que aquí se perdió mi cartera”.

El camión, rojo; la ropa, negra; los asientos, uno por persona. La jornada inicia en la Terminal creciente de Guadalajara. Tras un rato de duda, los jóvenes deciden tocar tierra sin saber su ubicación. Caminan.

  • ¡Ole! –dice uno de ellos al ver pasar a una tapatía-, si así está la cola cómo estará la función.

  • ¡Definitivamente hay que vivir en esta ciudad! –continúan su trayecto.

Los chicos, dispuestos a ligar; ellas, con minifaldas y playeras ajustadas. Una risita y los suspiros volaban hasta el cielo. Todo un día de reflexión y una noche de arrepentimiento.

  • ¿No crees que deberíamos hablarle a alguna hermosa chica que pase por aquí? Digo, podríamos al menos preguntarle algo para comenzar la plática.

  • Sí –añadió su compañera-, ya se están tardando.

  • Pregúntale a esa por la ruta.

  • No, pregúntale tú.

  • ¿Y yo por qué?, hazlo tú.

  • Ya decídase alguno de los dos.

  • Te toca a ti.

  • No, yo pregunté del hotel. Mejor que pregunte ella.

  • Yo no voy a hablar por ustedes... Se está alejado, y es la más guapa que he visto hasta el momento, es serio.

  • Anda, que se va.

  • No ni madres, yo no perdí la cartera. Por tu culpa andamos así, ve tú.

  • ¡Ya se fue! Será para la otra.

Lo mismo ocurrió toda la semana, al regreso, ambos se sentaron a recordar:

  • Hombres dispuestos: dos. Mujeres disponibles: pululan hasta en las alcantarillas. Hombres en acción: ni medio. Mujeres conquistadas: menos mil.

  • Conclusión: somos una vergüenza para nuestro género.

  • ¡Cállate! No digas nada... Tienes razón.


CUENTO VII

“Cuentan que una vez un sapo descansaba tranquilo en la acera. Le gustaba ver a los autos desplazarse de un lado a otro. El sapo tenía fama de sabio y todos seguían sus consejos al pie de la letra. Mas llegó un día que, viendo la carretera como siempre, el sapo dio con una rana que avanzaba con rítmicos saltos y atravesó la calle. Sin poder resistir los encantos, el sapo olvidó todo y se lanzó en persecución de la rana sin quitar la vista de sus preciosas ancas. Y cuando estaba a punto de alcanzarla... la llanta de un coche aplastó su cabeza...”

Moraleja: No pierdas la cabeza por un culo.
Proverbio Canino (licántropo)


Esa historia siempre solía ser contada por el Hombre Lobo de la escuela, sobre todo a mí que tan embobado andaba tras una Abeja.
  • Precisamente por eso –decía- porque las abejas tienen un aguijón en el trasero. Un poco de distracción y el golpe será doble.

Las semanas transcurrieron sin novedad, hasta que viajamos a la ciudad más importante del norte. El lobo no fue, pero mi amigo el Coyote me acompañó con agrado. Debo decir que la bellaza regional impactó con demasía al pobre coyote (¡y con motivo!) que sin miramientos de ningún tipo se lanzó en persecución de las mujeres que tenía al frente. Al fin y al cabo, que podía esperar de un “coyote... cojo”.
Pero por increíble que parezca, a pesar de los enormes fracasos obtenidos en su tierra, logró ganarse a una coyotita. Todavía hoy no sé lo que pasó realmente, lo que puedo decir es que a su regreso lo único que hacía era quejarse y lamentarse y desear volver a verla.

  • Anda con cuidado –le dijo el Licántropo- no sea que te pase como al sapo. Ya ves que este hombre estuvo a punto, pero lo evitó... Si se ve menso el muchacho pero no lo es.

  • No te preocupes, yo sé lo que hago.
Ese “yo sé lo que hago” se nos quedaría grabado hasta final.

Más tarde, días más, días menos, por azares del destino, o mejor dicho del trabajo, se hizo necesaria nuestra presencia en Zacatecas (donde por cierto estaría la ahora tan famosa coyotita), pero tal era nuestro estado que no había modo de trasladarnos. Sin embargo, eso no impidió al amigo vender sus cosas y comprar el pasaje.

  • Siendo tanto tu interés –le dije- y en vista de las circunstancias, te encomendamos las transacciones correspondientes. De este modo matamos dos pájaros de un tiro: tú te encuentras con ella y de paso cumples con el deber.

  • Nada más ten cuidado con lo que digas, sobre todo si a la junta se presentan los chacales esos.

  • Descuiden, todo estará bien. Mejor cuídense ustedes de la maldita hiena que de plano yo no los puede ver ni en pintura... Nos vemos hasta el próximo lunes.

  • Si nos entendemos, eso es todo. Suerte.

  • Sólo una cosa más –aseguré- ¡No te vayas a precipitar!

  • No, no lo haré.
Ese día era miércoles, así que no tuvimos inconveniente en esperar, pero el lunes siguiente el amigo no llegó, ni el martes ni el miércoles ni el resto de la semana y nadie sabía nada. Durante la noche del domingo recibí una llamada desde la Sultana del Norte que confirmó mis sospechas. Por eso al otro día lo primero que hice fue reunir al Hombre Lobo y a la mujer que casi siempre anda con nosotros. Hable con discreción pero con firmeza:

  • ¡Ya tengo noticias: nuestro amigo coyote perdió la cabeza!

  • ¿Qué? –preguntó ella desconcertada.

  • Sí –repuso el licántropo. Enseguida contó la historia del sapo. Después de tremenda carcajada habló:

  • ¡Ah! Ya entiendo. Pero, ¿dónde está?

  • Con su coyotita –respondí.
¡Oh sí, el Coyote se precipitó!, y terminó perdido en el norte por andar buscando hembra con que entretenerse. Porque aunque regresó unos días después, sólo fue para arreglar algunos asuntos y decirnos que se marchaba definitivamente a Monterrey.


Moraleja: El que es caliente donde sea se quema.
(Sobre todo si pierde la cabeza por un culo)
Proverbio Canino (Perro-lobo)

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