11 de diciembre de 2005

Recuento de la lontananza de mi vida

Parte II
Hoy, recuerdo haber caminado hace mucho por un poblado cercano a mi hogar donde el polvo desértico se mezcla con la fuerza de un río, allí viaje y me perdí, allí conocí a un ser interno de nombre Lartis que me dio cobijo y ayuda. Mucho hacía que habita al ser, pero no fue sino hasta ese momento que logro externar su pensar. Volví a donde pertenecía: al mar. Y con ayuda de la Luna y el Viento he alcanzado el extremo opuesto del sol y el firmamento.
Ayer, un joven corría en la pista sin mirar atrás: allá estaban los perdedores. Iba de un lado a otro con la agilidad de una gacela y la cautela del felino. Daba un salto y la esfera quedaba en sus manos mientras el resto de la gente buscaba en vano el objeto, después volvía a correr y lanzaba el balón directo al aro. Desde el inicio hasta el final del juego su piernas saltaban como no lo hacían otras. Sólo él logró ganarse el respeto de los contrarios...
Mañana, la letras han hecho del pensamiento las acciones y de los brazos el ejercicio. La cálidas mañanas despiertan el espíritu interno mientras Lartis deja a la imaginación ser. La noche permite a los sentidos recrearse, al fin y al cabo el cuerpo permanece estático mientras la vista recrea las imágenes de aquello que ya no puede ser.
En el tiempo atrapado en medio del ayer y del mañana que no pertene a este día me veo tal cual era. No existe una diferencia entre el pasado y el presente, pero hay algo, en los años lejanos a mi memoria, cuando mi yo interno se unió al externo, que nada puede traerlo al presente. Es posible que no vuelva a evocarlo, pero tal vez así sea mejor.

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