4 de enero de 2009

FORASTERO

Están los ojos desafiantes,
soberbios, inquisidores,
que juegan, se burlan
y golpean mi coraza
en medio de tremenda guerra.
¡Cuánto los deseo!

También hay ojos tímidos,
brillantes y llenos de esperanza.
Son pozos eternamente abiertos:
miran hasta el cansancio ávidos de poseer.
Me incomodan, pero no los detesto.

Lo hay grandes y hermosos,
poseedores de veneno y vergüenza.
Están ocultos, al acecho,
en espera de que la presa sea débil.
Me agradan y están prohibidos.

Se encuentran los orgullosos,
llenos de vanidad y egolatría…
me confunden.

Y yo en medio de todo,
yo culpable,
yo deseado y deseoso,
yo víctima y verdugo,
casi arrepentido por pedirles que miraran.

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