9 de agosto de 2006

LOS DIOSES TRABAJAN

Las
flores
nacen
como
montes
y aves;
son
sólo
pocas
pero
todas
van

arriba.
Por cada
seca hoja
hay tres
que traen
belleza.
Ya cantan
los pájaros
divinos
al sol
oculto
por nubes;

es más fácil
mirar cielo
sin ver tierra.
Mejor vive
ciego el topo,
al cavar,
y no el búho
que nocturno
ve a su presa,
la devora,
permanece
hasta el alba,

pero el crepúsculo
lo ahuyenta
con su manto rojo.
Y llama al agua,
al fuego, al viento
a formar vida.
Los verdes vuelven,
los cielos lloran,
ya nace el hijo:
el indio viene
alegre sin
el canto de ave.

Cuanto más gastado,
se ve el hombre solo.
Mas el Dios regresa
cumpliendo promesas
hechas siglos antes:
trae consigo caos.
Otro día avanza,
se lleva éste todo:
temblará la nieve,
morirá el dolor,
nacerá la vida…
¡No ven que ya llueve!

Ya los valles se inundan
por el brazo extendido:
es Tláloc que trabaja.
Cada árbol lo saluda,
se parte cada grano
y un tallo salir deja.
Se acerca la Serpiente,
fecunda el suelo arado,
proceso que repite
hoy, mañana, por siempre.
El mundo se llenó
de Dioses no acabados:

alumbra el día Tonáltzin,
se roba almas Coatlicue
que lleva a Mictlantecuhtli
(viejo y sabio de sobre es).
No falta la sangre roja,
Huitzilopochtli guerrero;
pero falta Quetzalcóatl,
fecundo al amor, la flor,
fecundo al odio, dolor,
y la luna, las estrellas,
el árbol (Ceiba), el maíz,
y lo que vendrá después…

¡Agua, más agua por favor!
Envía lluvia, señor Tláloc,
porque los Ciervos agonizan,
también desespera el Jaguar.
Manda a tus hijos Xochiquetzal,
Tlazolteotl, une a los hombres:
que comience el baile en las plazas,
que principie el ciclo de nuevo,
que el trueno con un grito cubra
los campos y muestre el poder
de los divinos seres vivos;
que se escuche el canto de amor.

Renace el color de vida, aroma
bendito traído de los cielos,
renace en capullos finos
que alimentan el verdoso suelo,
pues hoy que es hermosa primavera
los Dioses trabajan amando la
tierra que da cobijo a sus hijos,
aquellas creaciones hechas con
prolongado suspiro luego
de destruir y crear todo nuevo;
hechas con el propósito único
de adorarlos e inferiores ser.

Tiempo de canto y danza comenzados,
tiempo atrapado en la eterna flor bella;
los frío se han marchado con apuro.
Termina el canto, guerra que comienza:
corren los Jaguares con sus armas listas
–hacen temblar el suelo con pisadas-
y gran cantidad de Águilas los sigue.
Vuelan los escudos, la sangre brota,
los cuerpos se arrastran amarrados,
morirán al siguiente día bajo
un puñal que destroce el corazón:
no debe parar la lluvia abundante

o la vida acabará con rapidez.
Mas el cielo muestra una fugaz estrella
unida al sangrante sol crepuscular.
Intimida a los hombres: miran arriba,
ven el horizonte del mar con sorpresa:
¡a lo lejos estás, flota de navíos!
La tierra se estremece sola al llamado
que nace de los Padres Nuevos con
tremendos soplidos en el caracol.
¡Entonces ya estaban separados, hijos
de los dioses de naturalezas todas,
separados ya tras las Guerras Florales!

Eran los hijos esparcidos por la tierra
los habitantes de magníficas ciudades:
señores de Texcoco, amos de Tenochtitlan,
guerreros tlaxcaltecas, sabios de Cholula;
vivían en Huejotzingo, hasta Cempoala;
eran todos nacidos del maíz sembrado…
La espiga de fuego se fue causando gran
espanto en las gentes: fatal destino esperan.
Presagios siete luego hubo: fuego en el templo,
rayo en el jacal, tres líneas hechas lumbre,
un borbotear de agua seguida del grito
desesperado de una mujer, mala el ave,

aún más los deformes hombres; todo vieron.
La sangre corrió exigida por los “dioses” para
mantener de los hombres el cariño y no ser
olvidados después que muera el mundo, su mundo.
Entonces llegaron hombres blancos en sus “torres”,
traían grandes “ciervos” y de fuego cañones;
venían de oriente vestidos con pesado hierro.
Fueron tratados como merecían los Grandes,
se les dio regalos sólo para acrecentar
una ambición naciente: muy prestos avanzaron
a la capital. ¡Oh, cuántas vidas se perdieron!,
aunque también de ellos perecieron los soldados.

Es la fiesta del Dios y se danza, viene la muerte:
los brazos mutilados, la pared pintada en rojo,
los cañones despedazan, los sesos en el piso…
Primero se retiran y después comienza el sitio.
Los gritos de mujeres; calles despobladas quedan.
Se dio la conquista del pueblo todo, nada hicieron
los dioses, nada pudieron contra ese gran poder:
aquellos que trajeron nuevas formas de vivir:
enseñaron su alfabeto, su religión. Mataron
cuantos no les parecían; ya no hubo alguna imagen.
Entonces los divinos trataron de recobrar
los sacrificios y altares hechos por los humanos.

Y
aún
continúan
luchando por
eso que fue suyo,
por tener templos nuevos,
para escuchar las plegarias
y ver a los hombres danzar.
Hoy mueven la tierra destruyendo
lo que poseen sus hijos: queman bosques,
inundan casas, oscurecen el cielo,
los sembradíos secan; esto por querer
recuperar todo otra vez. ¡Pobres!, todavía
no saben que fueron remplazados por una cruz.

Este texto es el resumen de un proyecto mayor en el que estoy trabajando, pido paciencia pues el trabajo no sólo es extenso, sino que requiere de una profunda investigación. Espero con ansías el momento de tenerlo listo para darlo a conocer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Agua, más agua por favor!
Envía lluvia, señor Tláloc,"

Mientras sea en lloviznas ligeras está bien, porque con las lluvias torenciales se inunda la escalera de mi casa y la entrada de la cocina!

No, ya en serio Isra, el poema me gustó, aunque si es sólo el "demo", mejor no opino mucho hasta ver el poema terminado.

Nos estamos viendo. Isilme )O(

Anónimo dijo...

vaya,esta enorme! que baaaarbarooo! jajaja pero esta lindo,me gusta como lo escribiste al principio y como lo cerraste al final,el formato pues.
espero estes teniendo unas buenas vacaciones y nos vemos la sig semana! aver como nos tocan las materias :P

Israel dijo...

Pues bien, gracias por el comentario, la verdad ya me había aburrido de tanta soledad. Si está largo, pues esperaré que la versión completa no sea aburrida para que la terminen. Es algo complicada, pero con paciencia u dìa estará lista, y para mayor comodidad espero ir parte por parte.

Israel dijo...

Creo que a Tláloc no le gusta que lo limiten, pero tampoco es u desconsiderado como para maltratar a sus hijos. Descuida, que tu casa estará segura de los grandes torrentes de agua, yo, Lartiz, lo garantizo así, jeje.