22 de enero de 2008

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XVI


El sol asciende al mediodía y tú estás ahí aburrido, solo, desesperado y harto del calor. Tu piel se quema con los rayos ultravioletas y tu rostro se transforma de mil maneras con cada reflejo de luz.
Tienes sed, y hueva y hambre y sueño y hueva y prisa y hueva. Pero el tráfico se ha paralizado totalmente y no hay escapatoria del micro.
Unos metros adelante sube una belleza inimaginable: blanca, rubia, delgada, ojos claros, piel fina, cuerpo proporcionado… Mira el interior del camión y descubre que sólo hay un lugar disponible: junto a ti. Te mira, te come con la mirada, sonríe, y se sienta.
La oportunidad perfecta para estar cerca de alguien así… pero eres cobarde y no dices nada, ni siquiera saludas, y permaneces sentado, tieso cual estatua, mirando por la ventana el lento rodar de las llantas de los autos.
El calor aumenta porque de nada sirven las ventanillas abiertas: no hay aire. La gente suda de calor, tú de nervios. Ella toma unas hojas y las utiliza de abanico… nada, sólo calor. Está esperando que le hables pero tú no reaccionas, eres un adorno más del micro.
Se quita el suéter, se remanga la playera… de reojo alcanzas a ver parte de su brasier. Voltea a cada instante esperando le hables, se muere de ganas por dirigirte la palabra, incluso sus piernas rozan las tuyas y cada vez se acercan más. Pero ni la roca está tan tiesa y dura como tú.
- ¡Qué calor! –dice al fin para iniciar la conversación.
- Mucho
- Y el tráfico es horrible, ¡cómo se les ocurre arreglar la carretera a esta hora!
- Sí.
- ¿Quieres que te preste mi suéter para atajarnos del sol?
- Bueno.
- Así está mucho mejor. De verás que esto del calentamiento global nos está afectando demasiado.
- Mucho
- Qué mal educada soy, me llamo Miriam.
- José.
- Y, ¿estudias?
- Sí.
- ¿Se puede saber qué?
- Literatura.
- Ah, ¿y no es muy pesado eso? Digo, se la pasan leyendo ¿no? A mí me gusta leer, pero no todo el tiempo… Yo estudio administración, y allí también leemos pero no tanto como ustedes. Seguramente eres muy inteligente.
- Dicen.
- Jajaja, no seas modesto.
La plática continúa por tiempo prolongado hasta que por fin el transporte avanza rápido. Interiormente podrías decir que casi te has enamorado, no todos los días se habla con una belleza como ella. Y la conversación cada vez se hace más y más intima. Te habla sobre lo que le atrae de los hombres, sobre sus otras relaciones. Ya casi son amigos que se conocen de años.

Te dice lo mucho que le agradó conocerte y te da su número de celular esperando le hables al otro día para salir – ¡el sueño hecho realidad!- y se baja calles adelante dejándote un mágico beso en la comisura de los labios.

* * *

Estás en tu casa aburrido, solo, desesperado y harto del calor. Saliste temprano de la escuela y no tienes nada que hacer. Tomas el teléfono y marcas imaginando cada número, suspirando a oír el “tip, tip”. Planeas toda la tarde: el café, el parque, las fotos, los abrazos, los besos, la envidia de los amigos cuando les cuentes todo… Una voz masculina te responde.
- ¿Miriam?
- ¿Quién habla?
- La busca José…
- ¡Cariño! –y el tono cambia por uno femenino- ¡Ay, disculpa!, es que todavía no me acostumbro a la operación.
Cuelgas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está poca madre. ¡Vientos!