22 de enero de 2008

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XV


Vas muriendo con lenta monotonía. Siempre quisiste que fuera así, pero ahora te arrepientes porque estás harto de lo mismo: tu primera novia –la única- la tuviste a los trece años, a los quince terminaste con ella, te quedaste solo desde entonces. Has buscado una pareja pero nada funciona. Olvidaste que el trece es de mala suerte.
Y vas cayendo en ese estado de pereza cada vez más. No por evitar las cosas, sino porque ya no puedes hacer nada. Lo has intentado todo y fracasaste. Pero eso no ha evitado que te enamoraras de nuevo, tanto como no creíste hacerlo alguna vez. En eso nos parecemos: somos algo así como esclavos del sentimiento.
Y buscas hablarle aunque se te trabe la lengua y no encuentres las palabras. Miras su rostro y sonríes, es todo lo que haces, luego saludas y te vas. Escuchas sus palabras con atención intentando descifrar mensajes ocultos mientras te cuenta su vida, no hay nada, tan sólo esas palabras descubiertas.
Tus amigos se burlan de ti, algunos te llaman cobarde –y lo eres-, otros te dan tips para hablarle, también hay quien simplemente mueve los hombros y se va. ¡Eres una vergüenza para tu género! Lo has dicho siempre y es verdad. Pero no eres el único, ten eso por seguro, por lo menos hay un par que está igual a ti: buscan novia en la política, los libros, la fantasía, el medioevo, el esoterismo e Internet sin ver que en un mundo de carne y hueso hay más mujeres de las que podrían soñar. Pero eres fatalmente suyo y no deseas cambiar tu pensamiento. La única forma de reacción son miradas toscas y de desprecio.
¡Mírate! Ahí están los tres sentados en la banca divisando el panorama en espera del rebaño que habrá de pastar junto a ustedes. Ahí relajan los músculos porque no pueden levantarse y llevarles una flor a esos colibríes. Se sientan y discuten mil formas de conquista comenzando por el asedio y olvidan que hay más de una entrada a la fortaleza; mientras disparan la primera catapulta ya otros se han robado la corona.
Y vas perdiendo sentido a la vida e incluso a la muerte porque no ves el alma caritativa que te ofrece el vaso de vino con su propia mano. Insistes en escalar la montaña más grande del mundo sólo con tus manos. Y olvidas que estoy abajo esperando con todo el equipo necesario.
Destrozas tus ojos para no ver lo que hay en el horizonte, para retener su imagen intacta, para ser fiel a un fantasma que ronda tus sueños a cada instante y yo aquí con las vendas que habrán de sanar tus heridas, lista para actuar cuando me lo pidas pero nada, sigues siendo suyo, terriblemente suyo, innecesariamente suyo porque soy yo la que espera y no tú…


- ¿Te pasa algo? Te noto rara.
- No nada, es que veo a esos tres tipos sentados en la banca y me dan lástima, parece que no tienen otra cosa que hacer.
- Son simpáticos, ¿no? Te confieso que me atrae uno.
- A mí también, pero ellos no se dan cuenta y se lamentan de su soledad. Si tan sólo alzara la mirada, me vería sentada aquí en la banca de enfrente soñando con que un día se levante y me invite a pasear lejos de esta multitud.
- Sí, son una vergüenza para su género.
- Sí, son…

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