17 de julio de 2006

CUENTOS DESESPERADOS

CUENTO XI


He vuelto. Dos meses de ausencia bastan para desesperar a cualquiera. He extrañado cada palabra, por tonta que sea, pronunciada por él para alegrarme, para compartir, para demostrarme cuánto me quiere y cuán cobarde es al no decírmelo. Lo aceptaría felizmente, pero necesito escucharlo de su voz.

Estoy sentado en la banca, otra vez, y mis ojos hurgan en el aire que ha sido testigo de mi desdicha. Cuando pude tenerlo todo tenté contra el destino y dejé escapar la oportunidad de mi vida viendo cómo el aire se la llevaba con esa levedad que lo caracteriza. Estoy sentado escrutando la atmósfera que me rodea por si vuelve otra vez, por si el destino se apiada de mí concediéndome una segunda oportunidad.
Solté el timón y las amarras en medio de la tormenta, mi barco navegó por días a la deriva de mi valor y el puerto se llenó de miedo y las calles se anegaron de arrepentimiento.
He vuelto, pero la cobardía sigue imperando aún después de tanto tiempo. Partí de nuevo para recorrer el mundo en busca del muelle donde a atracado ella. Recorrí las costas hasta encontrarla. Cuando la tuve al lado no pude hablar y permití que se fuera.
Desde hace dos meses me siento en la misma banca donde la vi aquel día, soy una presa de mi desesperación y del odio por la falta de coraje. Escucho al aire tratando de percibir su llamado y me doy cuenta de mi error. No tengo fuerza para actuar. Ha pasado mucho tiempo y tengo miedo de haberme perdido ya. Es momento de marcharme.

El silencio es opresivo, asfixiante. Ahora entiendo que soy yo la que debe hablar: él es el marino, yo la capitana. Soplo al viento su nombre esperando lo oiga. ¿Por qué nunca pudimos entendernos? Tal vez porque nunca supimos escuchar nuestro latidos. Pero todo cambiará: no más espera, no más sufrir, no más desesperación. He regresado para terminar nuestro ciclo, nuestra historia. Díganle que he vuelto.

Dedicado a la memoria de una gran Dama.

No hay comentarios.: