10 de julio de 2006

EL ROLLO


















En la tierra se erige
la torre solitaria,
cuna del esclavismo,
casa de muerte.

Son ocho sus lados,
cuatro los que gobiernan sabios guardianes
vigilando el alba y el ocaso.
Sus muros recuerdan
los días y noches de dolor
que los indios sufrieron
cuando encadenados a crueles grilletes
recibían el látigo íbero
impregnado de odio.

Hoy grita la torre:
su voz atraviesa el atlántico
buscando el consuelo
de su hermana mayor
que arrumbada aguarda en las calles sevillanas,
siempre en la eterna espera
de volver a tener su dorado brillo.

Pero aquí,
en la Tierra de Dioses,
el polvo reviste un monumento
antes orgullo de la nueva civilización.
Allí, dominando el valle
desde las faldas del cerro,
El Rollo evoca su juventud
cuando Cortés fundó Segura de la Frontera
y la Colonia empezó en Tierra Azteca.

Y sigue vigilando,
el valle, las casas, el tianguis;
el paso de almas penantes,
de esos muertos
que guardarán la Torre hasta el fin de los días


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