6 de mayo de 2006

Dios del Maíz

Cinco de la mañana:
La sábana negra protege la ciudad oculta en el fin del mundo donde el cielo deja de ser y el mar forma parte del firmamento. Los mortales y divinos descansan con placidez mientras una pequeña ave acomoda sus plumas con orgullo. No hay luz en la calles de Gazaozmo excepto por el diáfano manto extendido por la luna. Entonces, en medio del silencio nocturno, se escucha el canto artesanal del Gallo cuando todavía los sentidos de dos entes son explotados en la Minas del Ocio y la mente trabaja sin tregua alguna desde varios días atrás. Continúa repitiendo el milenario ritual hasta que la primera luz aparece en lontananza.
Va adquiriendo color la Tierra conforme el Hombre de Fuego asciende repartiendo sus llamas al mundo; repite su trayecto desde el inicio del tiempo sin atreverse a cambiarlo por temor a perderse. Sabe que de él depende el movimiento en Gazaozmo pues sin su presencia todo dormiría eternamente. Tanto el cielo como la tierra se empapan de tonos claros y dejan a sus monocromáticas figuras pintarse de principio a fin, incluso la sombra adquiere un color más vivo que sol mismo.
Cálidos rayo fecundan el suelo habitado por toda clase de diablillos, los hay negro, blancos, verdes; los hay alto, bajos, gordos y delgados. Corren con sus instrumentos nuevos y forman tremendos batallones dispuestos en separadas pero uniformes líneas. La música inicia con la salida del Sol para animar los durmientes corazones. Se divierten cantando bajo las Puertas de la mañana por donde penetra el astro ya desperezado. Aquellas puertas de hojas transparentes permiten la entrada y salida del grandioso colorido terrestre.

Seis de la mañana:
Suenan las campanas regidoras del alba para despertar del sueño a los diurnos seres, construidas con la fuerza del Herrero y la destreza de los enanos de la noche. Suenan en las alturas que dominan la tierra oculta, allá en el lugar por donde el sol sale, con la potencia del trueno y la fuerza del tornado, sólo de esa manera ahuyentan a la noche. Suenan sacudidas por el paso de los gigantes que se disponen a empezar otra jornada de trabajo. Toman la lanza y el arco y salen a cazar; otros permanecen en Gazaozmo, a su paso las torres se inclinan a derecha e izquierda para evitar la masa ciclópea y librarse así de un seguro derrumbe: no quieren formar parte del suelo, no ellas que dominan la parte más alta del lugar.
Los templos con sus gorros de dormir puestos comienzan a abrir los ojos, reciben a la enorme población con alegría y de sus manos brota al agua que habrá de bañar a las pequeñas criaturas allí almacenadas, tímidas pero despiertas, audaces aunque desconfiadas... El juego de pelota pronto inicia: los rivales ya se colocan los uniformes y ocupan su lugar. Juegan los titanes con la metálica esfera fabricada en las cavernas de la montaña y trasladada hasta el bosque muerto donde tan sólo un escaso número de árboles conserva sus verdes hojas.
Ciervos y antílopes cabalgan lejos del bosque, las aves planean en círculos alrededor del nuevo prado hecho por los gigantes, serán sembrados nuevos retoños que cubran la superficie con sus ramajes esmeraldas y sus hojas de jade. Se ve la nueva cara del bosque en la Gran Esfera para deleitar los sentidos; y el juego continúa.
Los vítores de las personas se unen al canto del faisán y el ruiseñor. Hombres y bestias aplauden el espectáculo gigantesco. Esperan ver el instante final cuando la victoria sea alcanzada por alguno de los competidores majestuosos. Y el día transcurre entre uno y otro bando, entre animales cazados y cazadores, entre músicos y danzantes, entre gigantes y enanos. Al fin la tarde se acerca.

Siete de la noche:
En el parque poco frecuentado ahora que la aurora se retira y el juego y el baile ha terminado, un hombre ajeno a Gazaozmo aparece detrás de un pequeño arbusto, desde el lado opuesto una doncella asoma vigilando no haya nadie. Ella corre desde el oriente a los brazos de aquel hombre que tanto ansía besar. Su deseo hecho lujuria permite a su vestido deslizarse al suelo ayudado por el rítmico paso con que la hermosa ninfa marina avanza. Él espera oculto en su capullo, rodeado de perpetua sabiduría almacenada. Su brazo extiende al ver acercarse el cuerpo desnudo de la mujer amada –desnudo está él-; sabe que pronto sus cuerpos serán unidos bajos el amparo nocturno de la Luna. Así, al caer el día, un par de enamorados se declara por milésima vez su amor.

Ocho de la noche:
Súbitamente el día termina cuando la oscura cortina el corrida por los corceles de la noche que se apresuran a partir para dejar espacio a los héroes que habrán de reunirse esa noche sin que los amantes lo supieran, por eso se ocultan ente la sorpresiva llegada de los amigos inigualables de la Luna.
Un grupo de colosos colocan la mesa sin fondo frente a ellos: es allí donde los más ilustres hombres charlarán sobre la aventura de la jornada y el descubrimiento de huellas enemigas. Se sabe que algún espía ha penetrado el territorio pues el astro localizado los ha guiado hasta aquel viejo parque. Muchos han sido los años que Gazaozmo permaneció oculta a los viajeros, pero ahora uno hay escondido entre los matorrales.
Encienden las antorchas junto a las Casas Principal y las trasladan de un sitio a otro en busca del intruso. Recorren el espacio abierto por los gigantes y al llegar a los sembradíos de maíz descubren a la temerosa pareja huyendo hacia la costa. Con rápido movimiento les dan alcance y el novio es hecho prisionero.

Nueve de la noche:
Se enjuicia al preso que se declara culpable de amar a la bella ninfa. Deliberan en secreto los Dioses Mayores mientras la luna y las estrellas continúan su trayecto por el espacio aéreo. Al fin, luego de pasar en vela la noche, el veredicto condena al hombre a morir. Se afila el hacha y la gente se reúne el yermo olvidado. La función da inicio para aquellos que gustan de la muerte. Colocan el cuerpo del novio en la mesa sin fondo y sujetan sus extremidades; la bella capturada llora junto al verdugo y su llanto envuelve las armas allí dispuestas, se parten todas excepto la espada. La levantan: destila lágrimas inagotables la triste espada, pero es no evita que de un solo tajo se degolle al preso y robe el alma del miserable para llevarla consigo a la fundición...
De la sangre mezclada con las saladas lágrimas brota la vida en aquel yermo, y sorprendidos los seres comprenden el significado del sacrificio. Brotan los maizales y la vida crece en torno a Gazaozmo... Todas la noches, al declinar el día, se v a una ninfa salir del mar y encontrarse con el Dios del Maíz, así su amor será ejemplo de aquellos crueles corazones envidiosos. Y la Luna, conocedora y propiciadora del hecho, se retira para que el Hombre de Fuego alumbre la estatua del Dios erigida para ser vista por los mortales.
NOTA: Este texto debería ir acompañado de imágenes, pero me ha sido imposible ponerlas en el blog, así que tendrán que imaginarlas.

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